Bárbara Klimiuk Sinigaglia
Edgar Morin es un antropólogo, sociólogo y filósofo francés de origen sefardí. Investigador emérito del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Licenciado en derecho, historia y geografía, realizó estudios de filosofía, sociología y epistemología. Nacido el 8 de julio de 1921 en París, estudió en la Universidad de París, con influencias de Karl Marx, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Cornelius Castoriadis, Blaise Pascal y Fiódor Mikhailovitch Dostoievski.
En su libro «Ciencia con consciencia»(( Edgar Morin. Ciência com consciência. Bertrand Brasil. Rio de Janeiro, 2014.)) ha abordado ampliamente la naturaleza de la ciencia y su posición en la cultura y en la sociedad. Este artículo es una síntesis de algunas de las ideas principales de dicha obra.
Según Morin, la pregunta “¿qué es la ciencia?” no tiene respuesta científica. La última posición del mundo anglosajón afirma que es científico lo que es reconocido como tal por la mayoría de los científicos. Esto significa que no hay un método objetivo para considerar la ciencia como objeto de la ciencia, y el sujeto científico. Entonces la ciencia no es científica. Su realidad es multidimensional y sus efectos no son simples ni para bien ni para mal. Son profundamente ambivalentes. Así, la ciencia necesita no sólo un pensamiento que pueda considerar la complejidad de lo real, sino de este mismo pensamiento para considerar su propia complejidad y la complejidad de las cuestiones que plantea a la humanidad.
Para él los científicos formados de acuerdo con los modelos clásicos de pensamiento se alejan de la complejidad y quedan encerrados en su disciplina, en su conocimiento parcial, sin poder concebir que las disciplinas se puedan coordinar en torno a una concepción organizadora común. Contrariamente al clásico dogma de la separación entre ciencia y filosofía, las ciencias avanzadas de este siglo XX han encontrado y reavivado cuestiones filosóficas fundamentales acerca del mundo, la naturaleza, la vida, el ser humano, la realidad.
A continuación afirma que la situación y el papel de la ciencia en la sociedad han cambiado profundamente desde el siglo XVII, puesto que en origen, los investigadores eran “amantes de la sabiduría” en el sentido primitivo del término: eran filósofos y científicos. En cambio, desde hace tres siglos, el conocimiento científico se ha limitado a apoyarse en la verificación del descubrimiento en relación a las demás formas de conocimiento. Sin embargo, y de manera particular en el siglo XX, la ciencia ha traído también un progreso fabuloso de nuestro conocimiento, el cual permite una precisión extrema en todos los ámbitos de la acción, dando lugar a un progreso técnico sin precedentes. En este sentido, la ciencia es esclarecedora, enriquecedora, conquistadora, triunfante.
Pero la ciencia es también compleja y ambivalente y tiene como rasgos “negativos”:
1) El desarrollo en disciplinas especializadas, con la ventaja de que se divide el trabajo y cada parte contribuye a la coherencia de un todo organizador, pero genera el inconveniente de la súper especialización, del encasillamiento y de la fragmentación del saber.
2) Se ha producido una gran ruptura entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del ser humano y desde el punto de vista de estas últimas no somos capaces de pensar en nosotros mismos, los seres humanos dotados de espíritu y conciencia, como seres vivos biológicamente constituidos.
3) Las ciencias antroposociales difieren entre ellas los conceptos morales del ser humano, la sociedad y el individuo.
4) Una temible revolución en la historia del saber, en la que el propio conocimiento ya ha dejado de ser pensado, meditado y discutido por los seres humanos y se restringe a la investigación individual y cada vez más destinado a ser una acumulación en los bancos de datos.
Esto nos impone la hipótesis de un neo oscurantismo, producido por el desarrollo de especializaciones; el propio experto se vuelve ignorante de todo lo que no concierne a su disciplina. El ciudadano renuncia a la posibilidad de reflexionar sobre el mundo, la vida, la sociedad, dejando esto al cuidado de los científicos que no tienen tiempo, ni medios conceptuales para ello.
Así se llega a un encarcelamiento especializado e híper especializado, en el que cada investigador posee un conocimiento parcial y la incapacidad de reflexionar sobre el conocimiento de los demás, que también impide que otros lo hagan. El riesgo, en esta situación, es perder calidad en la actividad de la mente humana, ya que el conocimiento está hecho para ser reflejado, pensado, discutido, incorporado a la vida para tener elementos de sabiduría.
Se ha creado una situación paradójica en la que el desarrollo del conocimiento establece la resignación a la ignorancia y el desarrollo de la ciencia significa el crecimiento de la inconsciencia. El progreso del conocimiento especializado en compartimentos estancos provoca la regresión del conocimiento general y la destrucción de la sabiduría que alimenta las vidas humanas y contribuye a su perfeccionamiento.
Otra cuestión importante a considerar es que el poder creado por la ciencia ha escapado totalmente a los propios científicos y es utilizado por instancias manipuladoras de tipo económico y político.
Durante mucho tiempo, el método fundamental de la ciencia fue el experimental, que consistía en tomar un objeto o un ser y ponerlo en condiciones artificiales para tratar de controlar las variaciones provocadas en él, teniendo como resultado un método experimental que es una forma de manipulación, que elabora un desarrollo técnico que permite cada vez más manipulación. El impacto del desarrollo de las ciencias experimentales ha extendido la capacidad de manipulación sobre las cosas físicas y los seres vivos.
La técnica producida por las ciencias transforma la sociedad, pero también de manera retroactiva la sociedad tecnificada transforma a la ciencia misma. Así las grandes rupturas en los campos de la ciencia, entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, hacen, por ejemplo, que no podamos comprendernos a nosotros mismos como seres culturales, psicológicos, biológicos y físicos. No podemos entender esta unidad multidimensional porque todo esto está separado y desmantelado. Nótese que la experimentación puede conducir a la regresión del conocimiento en la medida en que cree conocer un objeto cuando lo extrae de su entorno.
La palabra “conciencia” tiene dos sentidos, uno formulado por Rabelais en su precepto: “La ciencia sin conciencia es la ruina del alma”. La conciencia de la que él habla es conciencia moral. El segundo sentido del término “conciencia” (como consciencia) es intelectual y trata de la aptitud autoreflexiva que es la cualidad clave de la mente humana. Los dos sentidos de la palabra “conciencia” deben estar asociados con la ciencia, que debe abarcarlos. La ciencia debe reanudar con la reflexión filosófica, cuyos molinos giran vacíos al no moler los granos del conocimiento empírico. Porque una ciencia empírica privada de reflexión y una filosofía puramente especulativa son insuficientes, y la conciencia sin ciencia y ciencia sin conciencia son radicalmente mutiladas y mutiladoras.
En su argumentación, E. Morin muestra que los problemas científicos son también los grandes problemas filosóficos: los de la naturaleza, la mente, el determinismo, el azar, la realidad, lo desconocido y que estos problemas conciernen a todos y a cada uno. Entonces se necesita comunicación entre la cultura científica y la cultura humanista (filosofía) y con la cultura de los ciudadanos, que pasa por los medios de comunicación, y todo esto requiere esfuerzos considerables de los tres ámbitos.
A continuación, considera que la ciencia no tiene los medios para concebir su papel social y su propia naturaleza en la sociedad. La ciencia no controla su propia estructura de pensamiento, por lo que el conocimiento científico no se conoce, ha desarrollado metodologías sorprendentes y hábiles para aprehender todos los objetos externos a él, pero no tiene ningún método para conocerse y pensarse, puesto que se basó en la eliminación por principio del sujeto observador de la observación. Se ha eliminado al actor real, al científico, al ser humano, al intelectual, al universitario, espíritu incluido en una cultura, en una sociedad, en una historia. El método científico se basó en la disyuntiva del sujeto y el objeto, y el sujeto se refirió a la filosofía y la moral.
Como consecuencia, el espíritu científico es incapaz de pensarse de tanto creer que el conocimiento científico es el reflejo de lo real, y que lo que es esclarecedor no necesita ser aclarado. Pero es importante considerar que no es típico de la práctica científica reflejar lo real, sino traducirlo en teorías cambiantes y refutables y también considerar que Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, demostraron que las teorías científicas tienen una enorme parte no científica e indispensable para su propio desarrollo. Las teorías científicas dan forma, orden y organización a los datos verificados, basadas en sistemas de ideas, pero también es cierto que incesantemente los nuevos medios de experimentación y observación producen datos antes invisibles.
Es importante considerar que la evolución del conocimiento no es sólo de su crecimiento y extensión, sino también de transformación, de rupturas, de pasar de una teoría a otra, puesto que las teorías científicas son temporales, y son temporales porque son científicas. Ellas resisten por un tiempo no porque sean verdaderas, sino porque se adaptan mejor al estado del conocimiento en ese momento. Continuamente se producen transformaciones en las que un paradigma se derrumba para dar paso a uno nuevo. La ciencia es certera en sus datos, sin que por ello sus teorías sean verdaderas. La ciencia no es sólo la acumulación de datos sino que es un campo abierto donde se combaten las teorías, los principios de explicación, las visiones del mundo y los postulados metafísicos. Y el científico no es un hombre superior al margen del resto de sus conciudadanos, tiene la misma propensión al error, y en base a esto debe surgir la modestia de descubrir un punto de vista necesariamente parcial y relativo.
Así, vemos que en relación a los datos objetivos, el conocimiento científico no es el reflejo de las leyes de la naturaleza. Trae consigo un universo de teorías, de ideas, de paradigmas, lo que nos lleva, por un lado, a las condiciones bioantropológicas del conocimiento (porque no hay espíritu sin cerebro) y, por otro lado a las raíces culturales, sociales e históricas de las teorías puesto que estas surgen de la condición humana dentro de una cultura hic et nunc.
Hace falta entonces una ciencia de las cosas del espíritu o noología ((Este término significa etimológicamente “estudio de la mente o de la inteligencia (del griego noús)”. Nota del Editor.)), capaz de concebir cómo y en qué condiciones culturales se agrupan las ideas, se encadenan, se ajustan, constituyen sistemas que se autorregulan, se auto defienden, se auto multiplican, se propagan. Estamos en el amanecer de un esfuerzo por permitir que la actividad científica tenga herramientas de la reflexividad y de la auto-interrogación.
La ciencia es una aventura, que requiere la contestación de sus propias estructuras de pensamiento, en un momento crítico en el que el concepto mismo de la ciencia está cambiando. Una transformación en la forma de pensar lo real, una revolución científica embrionaria, un cambio en la visión misma del mundo.
La ciencia es una actividad de observación e investigación de la realidad, una actividad cognitiva, una actividad construida con todos los ingredientes de la acción humana, su objetividad no excluye la mente humana, el sujeto individual, la cultura, la sociedad: la propia ciencia los moviliza. La aventura humana del conocimiento y de la investigación es interrogar sin parar un universo que, con cada nuevo conocimiento, nos da un misterio adicional y una paradoja adicional.
Un cierto tipo de pensamiento occidental analítico, disyuntivo, disociativo se ha convertido en el motor fundamental del conocimiento científico. El pensamiento empírico-racional-lógico no es un monopolio de la ciencia occidental, se encuentra en todas las civilizaciones, mezclado en mayor o menor grado, a un pensamiento simbólico-mitológico-mágico.
El paradigma científico dominante hasta el siglo XX postula que la aparente complejidad de los fenómenos y seres podría explicarse por principios simples y la diversidad de seres y cosas por sus elementos simples a través de la separación y la reducción, aislando a los objetos entre sí y del medio ambiente y también del observador. El pensamiento separatista aísla las disciplinas de los demás y a la propia ciencia de la sociedad.
La reducción unifica lo que es diverso, el pensamiento reductor atribuye la verdadera realidad no a las totalidades sino a los elementos, no a las cualidades sino a las medidas, no a los seres y a los entes sino a los formalizables y a lo matemático. Pero este principio de simplificación que ha llevado a los descubrimientos en las ciencias naturales se está desacreditando en la biología, que ha descubierto el complejo problema teórico de la auto organización viva.
Ahora es necesario un principio de explicación que además de distinguir y analizar, busque establecer la comunicación entre el objeto y el medio ambiente, lo observado y su observador. Concibe en su especificidad, en cada uno de sus niveles, fenómenos físicos biológicos y humanos. Un conocimiento que puede servir a la reflexión, a la meditación, a la discusión, a la incorporación por todos, cada cual en su conocimiento, en su experiencia, en su vida. Un pensamiento capaz de afrontar la complejidad de lo real, permitiendo al mismo tiempo que la ciencia reflexione sobre sí misma.
El surgimiento y desarrollo de una nueva idea necesita un campo intelectual abierto, donde se debatan y se enfrenten teorías y visiones del mundo. La superación de la crisis intelectual que se refiere a las ideas simples, abstractas, dogmáticas, la crisis espiritual y moral de cada uno ante su responsabilidad, en su propio trabajo, son las condiciones sine qua non del progreso de la conciencia.
Pensar de otra manera, pensar conjuntamente, es vital para la humanidad ante los problemas actuales, tan grandes que no tenemos solución para ellos:
1) La relación entre ciencia y técnica se hizo dominante e indisoluble, caracterizada por el desarrollo del conocimiento por el conocimiento, sin la participación de los valores morales y por el desarrollo de manipulaciones y habilidades técnicas. Generando la big Science y la tecnociencia, los científicos son peones en el campo de la política militar y de los negocios empresariales. Se crea un conocimiento anónimo, que ya no debe incorporarse a las conciencias humanas, a las mentes y a las vidas, una falta de empoderamiento cognitivo, una híper especialización y una irresponsabilidad generalizada.
En consecuencia, obedecemos la máquina y no sabemos adónde va esta máquina. Husserl analizó el origen de esto como el agujero ciego del objetivismo que es la ausencia de auto conciencia, debido a la disyuntiva de la subjetividad humana y la objetividad del saber y con esto la ciencia no piensa sobre sí misma.
Una ignorancia de la ecología de la acción, que es no saber que cada acción iniciada entra en múltiples interacciones propias de la sociedad, dificulta que haya responsabilidad, por tanto se necesita un sujeto consciente y la visión científica clásica elimina el sujeto y la conciencia en beneficio del determinismo. La noción de individuo ya no es necesaria. Ya no existe el cuestionamiento sobre lo que es el ser humano, cuál es su significado, cuál es su lugar en la sociedad, en la vida, en el cosmos. El científico es llevado a la irresponsabilidad y la inconsciencia total. La disyuntiva entre los problemas éticos y los problemas científicos puede llegar a ser mortal si perdemos nuestra vía humanista de ciudadanos y seres humanos.
2) Tenemos la necesidad de desarrollar lo que podríamos llamar scienza nuova que contenga la autoconciencia, puntos de vista epistemológicos, postulados metafísicos e incluso la mitología escondida dentro de la actividad científica.
3) Homo es un complejo bioantropológico y biosociocultural que tiene muchas dimensiones, complementarias y antagónicas.
4) ¿Qué es la persona humana? Hay una diferencia entre la idea de vivir como ser humano y la de sobrevivir biológicamente. La falsa moralidad se transforma en una oposición maniqueísta entre el bien y el mal, que en realidad es un conflicto de valores, no sólo de valores relacionados con la vida humana, sino con toda la naturaleza.
Finalmente sirvan estas ideas para enriquecer la comprensión sobre como la ciencia y el científico se posicionan en la sociedad occidental moderna. Para un filósofo humanista y hermético es muy importante tener presente este conjunto de ideas relacionadas con la ciencia y activar el criterio de investigador, comprender la situación actual y colaborar para un renacimiento (o revolución) en la ciencia.