Manuel Ruiz Torres
El premio Nobel, Ilya Prigogine, hacía la siguiente afirmación: “la naturaleza del universo es de carácter complejo y las aproximaciones deterministas, mecanicistas y reduccionistas son insuficientes para describir este tipo de naturaleza. Una nueva ciencia basada en los principios de la complejidad y el caos, nos ayudará a describir tal descripción”. Esta frase resume un poco el curso de la investigación científica para conocer la naturaleza y el ser humano con relación a los seres complejos y la teoría de la complejidad.
Redes ecológicas
A través de la ecología evolutiva y la ecología de poblaciones, podemos encontrar las ideas más prácticas.
Un ecosistema es un sistema natural compuesto por multitud de especies, que interaccionan entre sí. Hasta finales del siglo XX, la visión que los ecólogos tenían de los ecosistemas era muy plana, hasta que se introduce la perspectiva de los sistemas complejos, que le da volumen.
Recientemente se ha descubierto que la arquitectura de estas redes presenta puntos en común con otras redes biológicas y tecnológicas, lo que apoya la universalidad de ciertos principios organizativos y funcionales en los sistemas complejos. Todos hemos visto en nuestros paseos por la naturaleza que las especies se relacionan entre sí de muchos modos diferentes, y se ha descubierto que el modo con el que se construyen esas relaciones determina la función del sistema. No importa el número de especies que hay en un ecosistema, sino cómo se relacionan esas especies entre sí, y eso hace posible que un ecosistema sea robusto frente a las perturbaciones; esa arquitectura pone de manifiesto que existen redes ecológicas complejas.
Lo que es más importante, y por eso más revelador, es que las leyes que rigen la construcción de esas relaciones son las mismas de otros sistemas complejos: las redes cerebrales, metabólicas, neuronales, las redes de interacción social, la red de redes, internet, y muchísimas otras redes tecnológicas, se han construido siguiendo las mismas reglas que las redes ecológicas.
Una característica fundamental en todo este tipo de redes es un tipo de arquitectura que se llama small worlds o “pequeños mundos”. En la arquitectura de “pequeños mundos” se identifican grupos de nodos (un nodo representa los elementos que están en contacto en una red compleja, puede ser una especie, una página web o un gen, dependiendo de si hablamos de un ecosistema, la red de internet o un genoma respectivamente). La arquitectura de “pequeños mundos” se caracteriza porque hay grupos donde los nodos están muy relacionados entre sí, hay una jerarquía que introduce un orden
concreto. Visualmente es una agrupación de pequeños conjuntos. Lo contrario a los “pequeños mundos” es la organización al azar, sin una regla de organización. Visualmente la organización al azar es un único conjunto enmarañado.
La red “pequeños mundos” podemos reconocerla en una red humana. Por ejemplo, la estructura orgánica de numerosos colectivos que tienen estructuras locales autónomas sustentadas por los integrantes más capaces, integradas en redes nacionales autónomas igualmente sustentadas por los más capaces, integradas a su vez en una organización internacional, y
todos los niveles compartiendo una misma identidad desde su autonomía funcional. Ese modo de organización social es un modelo basado en leyes naturales.
Este modelo de “pequeños mundos” proporciona estabilidad frente a las perturbaciones. Una perturbación sería eliminar nodos, que puede producirse al azar o dirigida; por ejemplo, en internet sería cuando se cae uno o varios servidores al azar o las perturbaciones dirigidas hacia un punto concreto por el ataque de un hacker. En la arquitectura de “pequeños mundos” hay unos pocos nodos fundamentales que reúnen mayor número de interacciones y una mayor cantidad de nodos que no son fundamentales y que tienen menor número de interacciones. Por este motivo una red “pequeños mundos “es robusta frente a una perturbación al azar, porque lo más probable es que se vean afectados nodos no fundamentales. Por el contrario, una red de “pequeños mundos” es débil frente a perturbaciones dirigidas a los nodos fundamentales.
Las organizaciones humanas que presentan la configuración “pequeños mundos” son más robustas frente a las perturbaciones externas al azar y más frágiles cuando la perturbación afecta a personas relevantes en el mantenimiento de las estructuras. Una forma de reducir este riesgo es dotarse de reglas eficaces que permitan sustituir rápidamente las personas fundamentales que se ven afectadas por una perturbación. Es lo que se llama una redundancia funcional, esto significa que existen recambios, cuando un
nodo desaparece, su función es suplantada por otro nodo hasta ciertos límites. Esa redundancia funcional se repite en todas las redes con diseño de “pequeños mundos”.
Una característica de red tecnológica como internet presenta el modelo “pequeños mundos”, que por sí misma se ha ido organizando en su desarrollo progresivo con esta configuración. Es un ejemplo de cómo millones de interacciones de seres humanos, en un entorno “artificial”, da como resultado una arquitectura natural: hay un número relativamente pequeño de nodos muy conectados con la mayoría y un número enorme de nodos poco conectados.
Orden biológico y complejidad
Stuart Kauffman es un biólogo teórico que investiga las implicaciones de la complejidad en la evolución y la aparición de un orden biológico, y plantea que los postulados del neodarwinismo o teoría sintética de la evolución (primero, hay cambios en los individuos producidos por mutaciones al azar; segundo, la selección natural favorece o elimina la permanencia de los cambios; tercero, la evolución se produce por la acumulación gradual de esos cambios seleccionados) no son suficientes para explicar el orden que se observa en la naturaleza.
Entonces, para encontrar una explicación al orden biológico, él cita la teoría de la complejidad y afirma que los fenómenos biológicos, como sistemas complejos, están alejados del equilibrio, sus relaciones no son lineales, dependen mucho del momento inicial y tienen la posibilidad de crear nuevos patrones, nuevos modelos.
Una idea relevante que desarrolla es la siguiente: cuando un sistema complejo evoluciona a un nivel de complejidad cercano al caos puede acabar de dos maneras, colapsa y desaparece o emerge a un orden nuevo.
Kauffman y otros investigadores han puesto de relieve una cualidad primordial de los sistemas complejos, la auto-organización, que facilita que un sistema pueda progresar, evolucionar de una fase a otra en una fase cercana al caos. Estamos ante sistemas auto replicantes y auto catalíticos, es decir, sistemas que pueden perpetuarse a sí mismos y por sí mismos. La auto organización de un sistema requiere que cada nodo sea causa y efecto a la vez, agente y resultado, maestro y discípulo.
Todo esto tiene una consecuencia muy importante en la dinámica evolutiva porque cuestiona los tres principios de la evolución darwinista.
Hay muchas evidencias experimentales en la observación de la naturaleza que van en ese sentido. Ahora mismo se da una gran controversia entre la comunidad científica para determinar si el darwinismo sigue vigente o no, según lo que se va descubriendo. El dogma central de la biología un gen – una proteína, sobre el que descansa la teoría sintética de la evolución, se desmorona por los descubrimientos en el ámbito de la epigenética.
Si se sustituye el azar por los cambios producidos por la capacidad de auto-organización, estaríamos ante una especie de desenvolvimiento de modelos sucesivos que están contenidos unos en otros. Esa idea también la encontramos en las enseñanzas de H.P.B., en antropogénesis y cosmogénesis, cuando habla de cómo se produce el desenvolvimiento paulatino de algo que ya estaba contenido.
Emergentismo
El emergentismo es una postura filosófica que se desarrolla a lo largo del siglo XX y que plantea que las propiedades de un sistema no se pueden reducir a la suma de sus partes, en oposición al reduccionismo dominante en el paradigma científico actual. Esta idea implica que en cada salto de desarrollo (en el proceso evolutivo, en el desarrollo ontogenético de un ser, en la expresión génica, o en el desenvolvimiento de las capacidades de una persona, por ilustrarlo con ejemplos de diferente naturaleza) se emerge a un estado de propiedades diferentes que no se pueden deducir por reducción de las propiedades de las que parten.
El emergentismo cayó en el olvido a mitad del siglo XX, pero los descubrimientos de las ciencias de la complejidad y de campos como el de la epigenética y la biología del desarrollo (evo-devo), han desempolvado estas ideas que resurgen con fuerza y ofrecen líneas de argumentos alternativos muy interesantes al modelo actual de comprensión reduccionista mecanicista de la realidad.
Según todas estas ideas, el universo es auto creativo y emergente. Previo a cada paso, se produce una tensión, la cual, a partir de un umbral determinado, desemboca en un escenario diferente según un modelo contenido en sí mismo.
Según los descubrimientos en neurociencias, biología evolutiva y del desarrollo o ciencias de la complejidad, el desarrollo de la conciencia, la aparición de nuevos grupos de especies, la embriogénesis de un nuevo ser, la evolución personal, son procesos que después de más de un siglo de intentos, no han logrado ser explicados satisfactoriamente por el paradigma
reduccionista con intervención del azar, y en cambio, sí pueden ser comprendidos desde una visión emergentista.
Un biólogo que se considera así mismo ateo, como es Stuart Kauffman, afirma de una forma poética, que esa creatividad natural sobrecoge al ser humano cuando toma conciencia de ella misma, produciendo una actitud de reverencia, respeto y misterio y a esa percepción la denomina universo sacral.