Irene Melfi
Dispuestos a vivir una experiencia singular, un grupo de herméticos y amigos, visitamos esta zona maravillosa, donde se asientan los dólmenes de Viera, de Menga y el tholos de El Romeral, protegidos todos por la Peña de la Mujer Durmiente, (hoy conocida por una leyenda medieval como la Peña de los Enamorados) que, como la gran madre tierra, da cobijo y protección a todos los seres humanos que captan esa energía.
Visitamos primero el dolmen de Viera, de época neolítica, de aproximadamente 4.500 años, que fue descubierto por los hermanos José y Antonio Viera en 1903. Es un dolmen de corredor en dos tramos, y al final después de pasar una puerta perforada, encontramos una cámara de planta cuadrangular, en donde dicen que se depositaban el cadáver del difunto y su ajuar. Caminar por el corredor que es bastante estrecho, quizás 1,30 m, viendo aquellas piedras inmensas, nos llena de asombro y admiración por aquellos seres humanos capaces de construir estos recintos para las ceremonias funerarias. No solo nos conmueve la perfección técnica con que encajan cada uno de los bloques de piedras, lo fascinante es lo que demuestra que pensaban sus constructores.
Enclavado todo el conjunto que visitamos en una zona donde las fuerzas telúricas imprimen una energía especial, estos constructores sabían captar esas fuerzas y armonizar sus construcciones ceremoniales al universo.
Posteriormente visitamos el dolmen de Menga de una grandiosidad impresionante por su carácter arquitectónico, donde se crea un espacio interno realmente asombroso del que no tenemos noticias que se encuentre en otros dólmenes megalíticos de Europa.
El aspecto técnico:
El Dolmen de Menga fue construido hace aproximadamente 5500 años, en el Neolítico. En 1847 el arquitecto malagueño Rafael Mitjana y Ardison hace mención del dolmen en su trabajo Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera, provincia de Málaga, aunque lo confunde con un templo celta, este trabajo pone en realce la importancia de la entonces llamada Cueva de Mengual.
Ubicado en un entorno singular donde la naturaleza misma parece expresar algo, el dolmen de Menga forma una línea recta imaginaria entre el dolmen de Viera, pasa por Menga, por el Romeral y culmina en la peña que los antiguos denominaban Peña de la Mujer Durmiente, que dirige su vista hacia el cielo y que representaba la madre tierra a la que los humanos de entonces le hacían ceremonias.
Al acercarnos al Dolmen de Menga nos encontramos con el atrio: Lo primero que vemos es el trilito, dos piedras verticales y una de cubierta que se calcula que pesa 90 toneladas. Este espacio se encuentra antes del corredor, aunque se puede confundir con este.
El corredor: Está construido con 4 grandes piedras verticales, llamadas ortostatos, a izquierda y otros 4 a la derecha, cubiertos con la losa o cobija.
La Cámara: Se piensa que era un sepulcro por eso se llama cámara funeraria. Está perfectamente cubierta. Mide 6 m por 3,50 m de alto, y el dolmen en su conjunto mide 27,50 m el largo. Siete ortostatos a cada lado que miden 5 m de alto, 3,50 m visible más 1,50 m enterrado, sostienen el techo, conformado por una piedra llamada cobija, que lo hace realmente monumental. Esta última cobija que cubre la cámara funeraria es una sola piedra que se ha calculado que pesa 160 toneladas, y presenta diferentes grabados. La planta de la cámara es alargada, casi ovalada. En este recinto llamado cámara funeraria se encuentra un pozo de 19,50 m de profundidad hecho en la roca madre, que presenta escalones en la misma piedra para poder bajar. No se sabe cuál fue su función ni cuando se construyó.
Aunque su orientación presenta un acimut de 45º, por lo que el sol en el solsticio de verano no puede llegar a la cámara, llega hasta el séptimo ortostato, se piensa que los ortostatos laterales estaban tan bien pulidos que reflejaban la luz del sol hasta el recinto sagrado. Según el arqueólogo y astrónomo Michael Hoskin, no hay ningún otro dolmen en Andalucía orientado hacia un objeto terrestre, como es la Peña de la Mujer durmiente en cuya barbilla, al abrigo de Matacabras, se encuentran pinturas rupestres de la época, confirmando la existencia de un enclave especial.
Llaman la atención los tres grandes pilares que se alinean a lo largo del eje longitudinal de la cámara. No se sabe realmente cuál era su función y qué significado tenían. Podrían dar al conjunto un aspecto más habitacional que funerario, quizá ese fuese uno de los motivos que hizo pensar a Rafael Mitjana que era un templo celta. Como están ubicados entre dos cobijas de la cubierta, se puede pensar que se trata de un recurso constructivo para consolidar la estructura, argumento que pierde fuerza al observar que no llegan a tocar las cobijas.
Protege todo el Dolmen de Menga un túmulo que tiene 50 m de diámetro, y lo cubre con 3.000 metros cúbicos de tierra y rocas.
Conclusión
El dolmen de Menga constituye uno de esos espacios sagrados de donde uno quisiera quedarse infinitamente. Un espacio sagrado cargado de la sabiduría ancestral, de la vivencia espiritual de hombres de todos los tiempos. Pero como se dice en teatro, “la función tiene que continuar,” cargados con esa energía, visitamos el Tholos de El Romeral y por la tarde otro enclave mágico: el Torcal de Antequera, donde la naturaleza nos da una vez más la idea de evolución y armonía. Se trata de un paraje de 1100 hectáreas aproximadamente de época jurásica. En aquellos tiempos la zona era como un alargado pasillo marítimo que comunicaba el golfo de Cádiz conAlicante. En la Era Terciaria, al producirse el levantamiento del fondo marino, de característica de depósitos calizos de este brazo oceánico, tiene lugar la formación de estas sierras de El Torcal, donde nuevamente nos sentimos fascinados, ahora no ya por la monumentalidad de las construcciones de nuestros antepasados, sino por la magnificencia de la propia naturaleza.