Mª Dolores F.-Fígares
* Zoroastro y Hermes en la genealogía de maestros de la prisca sabiduría, la recuperación de la magia a través de dos figuras antiguas.
* Jorge Gemistos Pleton, catalizador del neoplatonismo florentino. Influencias orientales y paganas en la obra de Pleton.
* Antecedentes de esoterismo renacentista: Esoterismo y Misterios en la Academia de Atenas: los oráculos caldeos.
Aunque comúnmente se identifica al movimiento renacentista como una recuperación de los valores de la antigüedad grecorromana, una mirada un poco más atenta nos permite apreciar el importante papel que desempeña en la escena del resurgir de los estudios filosóficos una corriente de pensamiento, que se armoniza con el neoplatonismo florentino de la Academia de Careggi y que podríamos considerar como de carácter esotérico.
En ese sentido, se ha estudiado con cierta profundidad[1] el interés suscitado por la aparición del “Corpus” de escritos atribuidos a Hermes Trimegisto y su contenido lleno de alusiones a la iniciación en los misterios, y la instrucción de un maestro (Thot) a su discípulo (Asclepios y Tat) sobre las grandes verdades del Conocimiento esotérico. Pero son menos conocidas otras influencias igualmente trascendentales. Marsilio Ficino, que recibió el encargo de traducir los textos herméticos, en la dedicatoria de la traducción a Cosme de Medicis establece una genealogía de saber teológico, o “Prisca theologia” , que “tiene su origen en Mercurio y culmina con el divino Platón”. Esta suerte de cadena de sabios estaría formada por: Zoroastro, Mercurio Trimegisto, Orfeo, Aglaofemo, (que había sido iniciado por Orfeo y cuyo sucesor sería Pitágoras), Pitágoras, y Platón. Se basa Ficino en la autoridad de San Agustín, Cicerón y Lactancio, el cual en sus “Institutiones” recoge abundantes citas del Corpus Hermeticum y termina diciendo que la obra “resplandece una luz de iluminación divina”. En ella se enseña cómo, elevándose por encima de los engaños de los sentidos y de las nubes de la fantasía, podemos dirigir nuestra mente hacia la Mente divina; de la misma forma en que la Luna se vuelve hacia el Sol, Poimandro, es decir, la Mente divina, puede penetrar en la nuestra infiltrándose hasta el punto en que ella pueda contemplar el orden de todas las cosas tal como existe en la mente de Dios. El texto tuvo una enorme difusión, hasta tal punto que después de su primera impresión en 1471 se hicieron dieciseis ediciones.
Las condenas que había hecho San Agustín de algunos párrafos del Asclepius, que contenían elementos mágicos, habían desprestigiado el nombre de Egipto, pues se asociaba a una magia que había sido anatematizada ya en la Edad Media. El Corpus Hermeticum, extraordinariamente piadoso, venía a rehabilitar la figura de Hermes, relacionándola con la filosofía platónica. “La posición extraordinariamente elevada que se asignó a Hermes en esta nueva era trajo como consecuencia la rehabilitación de Egipto y de su sabiduría, a la vez que produjo idéntico efecto con respecto a la magia a la que iba asociada tal sabiduría”.[2]
Pero no es sólo Hermes el sabio antiguo que había enseñado a los hombres los misterios divinos, pues antes que él, en la genealogía ficiniana, aparece Zoroastro y si los escritos herméticos resultaron trascendentes para el despertar a la sabiduría de aquellos filósofos del Quatrocento, junto con tales textos se encontraban un conjunto de enseñanzas conocido como “Oráculos caldeos” , equiparados a aquéllos en su carácter mágico y esotérico e igualmente venerados y respetados. Hermes y Zoroastro, a través de oscuros textos metafísicos hicieron presente la Tradición esotérica de Oriente, la Magia y la Teurgia[3] de las escuelas de misterios de la antigüedad. Como dice Kristeller, “el platonismo renacentista era plenamente consciente de ser parte de una tradición”[4] que se remontaba a la antigüedad egipcia y persa pues los sabios de la antigüedad y Platón mismo representaban una philosophia perennis, término acuñado, curiosamente, por Agostino Esteuco, teólogo católico del siglo XVI.
La llegada de Gemistos Pleto
Con toda probabilidad fue un sabio bizantino el encargado de dar a conocer en Florencia los textos caldeos. En efecto, cuando Jorge Gemistos Pleto llega a Florencia en 1437, acompañando al emperador de Bizancio Juan VIII y ofrece a Cosme de Medicis la idea de fundar una Academia platónica, según el modelo de la que él había fundado en Mistra, en el Peloponeso, tenía en su bagaje intelectual un complejo trabajo de síntesis entre Oriente y Occidente, quizá simbolizado en su propia trayectoria vital.[5] Aunque aparentemente podría creerse que la aportación original de Pleto era el conocimiento de los textos platónicos y plotinianos, dado que la Academia florentina centró sus trabajos en los escritos de Platón y de Plotino, debemos considerar la aportación de Pleto en consonancia con sus mismas obras publicadas, de un contenido que nos remite a una síntesis más audaz, con las doctrinas persas.
Examinemos, pues sus obras y descubriremos en qué consiste la aportación genuina del filósofo bizantino, a quien Cosme encomienda la cátedra de Filosofía en Florencia y llegó a ser el maestro del cardenal Besarion: extractó y comentó las obras de Appiano, Teofrasto, Aristóteles, Diodoro Sículo, Jenofonte, Porfirio y Dionisio de Halicarnaso. Escribió obras de teología, música, retórica, oraciones fúnebres, historia y tratados de geografía. Su obra “De gestis graecorum post pugnam ad Mantineam”, a partir de Diodoro y Plutarco se editó en 1503 en Venecia y se hicieron numerosas ediciones en varios idiomas, entre ellos el español. Otras obras: “De rebus Peloponesiacis constituendis”, “Oracula magica Zoroastris”; “Prolegomena Artis Rhetoricae”; “Orationes funebres de inmortalitate animae”; los tratados “Zoroastri et Platonicorum dogmatum compendium”; “De fato”; “De virtutibus”; “De legibus” y “De Platonicae atque Aristotelicae Philosophiae differentia”.[6]
Entre tal diversidad, comprobamos su intención de conciliar las teogonías orientales con las doctrinas del estoicismo, y los dos pilares del pensamiento neoplatónico: Platón y Aristóteles.
Para Pleto, Zoroastro era la más antigua fuente de sabiduría, cuya genealogía terminaba con Pitágoras y Platón y los “Oráculos caldeos” eran la fuente prístina de la sabiduría de Zoroastro, una obra por lo demás que se consideraba contemporánea de los textos de Hermes Trimegisto, y que había sido escrita en el siglo II d.C. en tiempos de Marco Aurelio. “Pleton era uno de los pocos pensadores que se declaraban paganos (de religión mitrádica) y que consideraban el platonismo como una religión fundada en tiempos remotos por Zoroastro, cuyo principal profeta era Platón y cuyos sacerdotes fueron los filósofos neoplatónicos de los primeros siglos de la edad cristiana” [7]
Gemistos Pleto había editado y comentado los Oráculos, realizando una composición bajo el título de “Oráculos mágicos de los magos discípulos de Zoroastro”,[8]una de sus primeras obras, y es el primero en atribuir la doctrina esotérica de los mismos a Zoroastro, siguiendo a Proclo, con idéntica pretensión de vincular su pensamiento al de una tradición oriental antigua a la que las corrientes herméticas habían simbolizado en la figura de Hermes Trimegisto, vía la exégesis neoplatónica alejandrina. Por lo demás, abundan en sus obras alusiones a la antigüedad de las enseñanzas de Zoroastro, con las que coinciden según el Pitágoras y Platón: “nosotros nos unimos a esta (doctrina) de Zoroastro que es la más poderosa, con la que coincide la filosofía de Pitágoras y Platón, puesto que supera en exactitud a todas las otras y al mismo tiempo es la concepción de nuestros padres”.[9] Los filósofos helenísticos iranios habían tomado la figura de Zoroastro para encuadrar la tradición antigua y su vinculación con los antiguos misterios iniciáticos babilónicos. Desde la época de los Aqueménidas, al oeste del Irán, desde Mesopotamia al mar Egeo existieron centros de estudio y trabajo, encabezados por una casta de sacerdotes, llamados los “Maguseos”, abiertos a doctrinas diversas, entre ellas las de los sacerdotes de Bailonia y alejados de las ortodoxias zoroastrianas promovidas por las reformas.
Platón y el esoterismo oriental
En Florencia ya se habían dado a conocer los textos griegos, por parte de ciertos humanistas bizantinos, con anterioridad a la llegada de Gemistos Pleto, como Manuel Crisoloras, iniciador de una corriente que pone en contacto el mundo bizantino con el ambiente renacentista italiano que se estaba iniciando. Llegado a Florencia desde Constantinopla en 1397, inició la primera traducción al latín de la República de Platón, que continuó Uberto Decembrio, su discípulo. También enseñó el griego a Leonardo Bruni, de Arezzo, traductor de diálogos platónicos y de obras de Aristóteles, como la Etica a Nicómaco y la Polìtica. A principios del siglo XV Juan Argiropulos impartía en Florencia lecciones de griego y de filosofía platónica con gran éxito, tras una etapa en que impartía lecciones sobre filosofía aristotélica. Habría sido quien dio a conocer a Plotino en Florencia, gloria que se atribuyó después a Ficino. Cosme le había encargado traducciones de Aristóteles. El prestigio de las lecciones de Argirópulos se divide entre sus públicos comentarios sobre Aristóteles, en parte por imperativos académicos de la época, en parte porque consideraba que era el saber más “externo”y las privadas lecciones que impartía a un círculo más interno, sobre “una secreta y oculta doctrina de Platón”, segun afirma Garin.[10]
La referencia a Platón, como maestro de enseñanzas secretas también la encontramos en Ficino, cuando afirma que Cosme buscaba en Platón y en los escritos herméticos “los secretos internos de la misma sabiduría”. Girlandaio incluye al filósofo bizantino en su cuadro de “la Adoración de los Magos” en 1487. En la controversia de Besarion contra los aristotelistas, optó por la armonización de las filosofías de Platón y Aristóteles. Uno de sus discípulos, Donato Accaiuoli dijo que Argiropulos les había “revelado” secretos y las enseñanzas ocultas de Platón a algunos de sus discípulos más aventajados. Consideraba que la enseñanza filosófica debía comenzar por la lógica y la dialéctica, continuar con ética, filosofía natural y matemáticas para finalizar con la metafísica, un esquema que también había propugnado Psellos en Bizancio. En cuanto a la doctrina secreta de Platón, se unía a los escritos herméticos y los oráculos caldeos. La lecciones de Argiropulos sirvieron de preparación para el acceso a la Academia de Ficino, pues muchos de sus estudiantes accedieron después a la escuela como sucedió con Donato Acciaiuoli, el cual difundió las lecciones sobre la “Etica a Nicómaco”.[11]
No es frecuente encontrar referencias a las influencias orientales explícitas en los textos platónicos, si bien el propio filósofo alude a las enseñanzas que los reyes persas hacían que conocieran sus hijos. Las ideas caldeo-iranias, pertenecientes a un cierto mazdeísmo heterodoxo, se manifiestan en diversos pasajes de la obra platónica: en el Timeo en primer lugar y sobre todo en el mito de Er, en la “República”, que pone en boca de Er, el Armenio, originario de Panfilia, “identificado más tarde con Zoroastro”[12] subrayando así su origen oriental, el cual narra lo que vio en el más allá, uno de los mitos de mayor contenido mistérico de las doctrinas platónicas, referentes a la inmortalidad del alma y a nociones de astronomía esotérica, que muy bien pudo inspirar a Dante su “Comedia”.
Debemos mencionar a Numenio, natural de Apamea, floreciente ciudad de Siria y a Cronio, su compañero y seguidor, pertenecientes a la corriente neopitagórica, los cuales influyeron notablemente en Plotino, que solía leer y comentar sus obras. Numenio fue contemporáneo de Juliano el Teurgo pues su floruit habría estado en torno al año 160, por lo que habría nacido en 120 d.J.C. Una de las obras de Numenio, titulada “Sobre los secretos de Platón”, fue comentada por Proclo y Jámblico en su día. En su escrito “Sobre el divorcio de los académicos de Platón” conocemos que con los primeros sucesores del maestro, Espeusipo, Jenócrates y Polemón “el carácter de las doctrinas se mantuvo siempre el mismo”,[13] ya que aún no se había producido la influencia escéptica. Sin embargo, el pitagórico se lamenta de que “a veces con rapidez, a veces lentamente, se distanciaban, por deliberación o ignorancia e incluso por alguna otra causa que probablemente no estuviese exenta de ambición” Y añade: “me molesta que no hayan hecho todo lo posible por conservar íntegramente, en lo que se refiere a Platón, en toda doctrina y constantemente una total conformidad de opiniones. Y eso que Platón se merecía esto de ellos, porque, sin ser superior, no era, empero, inferior al gran Pitágoras”, lo cual sí habían logrado, a su juicio, los pitagóricos. La influencia neopitagórica llegó a la Academia platónica, reorientando las enseñanzas. No es ajena a dicho renacimiento la aparición de los llamados “Oráculos caldeos”.
Los Oráculos
El texto a que nos referimos, cuyo título en griego era “Lógia Chaldaiká” se debió a un personaje misterioso llamado Juliano el Teurgo, hijo de Juliano el Caldeo, que habrían vivido en Atenas en la segunda mitad del siglo II, época en que gobernaba el emperador Marco Aurelio. Tanto el padre como el hijo fueron magos potentes, obradores de prodigios, como hacer llover y conocedores de los secretos de los talismanes y los démones. Se trataba de hierofantes que dirigían una escuela o fraternidad mistérica, donde se investigaba la herencia de la magia persa y babilónica, conocimientos astronómico-astrológicos y matemáticos, junto con la práctica de rituales y la filosofía platónica propia del movimiento neopitagórico. Se ha querido ver igualmente la influencia de la Gnosis.
Debemos a otro filósofo platónico bizantino, Miguel Pselos, del siglo XI un resumen de la doctrina caldea, que había conocido a través de los textos de Proclo. No obstante, su interpretación está presidida por una visión cristiana, que le impide apreciar ciertos matices que sí valoró Pleto:
“Sostienen que hay siete mundos corporales, uno ígneo y primero, tres etéreos y después tres materiales, el último de los cuales se denomina terrestre y enemigo de la luz; se trata de la región sublunar, que encierra en sí, además, la materia, que denominan abismo. Creen en un Principio único de todas las cosas y lo celebran como Uno y Bien. Después honran a un cierto Abismo paterno, compuesto de tres tríadas. Cada tríada incluye Padre, Potencia e Inteligencia. Después está la íynga inteligible, después de ella los ensambladores, el ígneo, el etéreo y el material. Después de los ensambladores los teletarcas. Después de estos los padres fuentes, también llamados “guías del mundo”, el primero de los cuales es el que se dice “más allá unitariamente”. Después de él está Hécate, después el indicado como “más allá dualmente”. Después de este tres indoblegables y en último lugar “el que está ceñido por debajo”.[14]
Pselos narra el rito anagógico que marcó la sucesión de los dos Julianos, padre al hijo, cómo puso en contacto el alma de su hijo con todos los dioses y con el alma de Platón “quien comparte la existencia de Apolo y de Hermes” y por medio del arte hierática lo elevó hasta la visión directa (epópteia) de este alma de Platón para que le interrogara sobre lo que quisiera”.[15]
Encontramos en la “Doctrina Secreta” de H.P.B.[16] alusiones y citas de los “Oráculos caldeos”, tomadas de la obra de Miguel Psellos, uno de sus comentaristas como “Preceptos filosóficos y mágicos de Zoroastro”, indicando que sus doctrinas estaban muy alejadas de la superstición.
Los fragmentos que han llegado hasta nosotros sugieren el lenguaje metafísico, con alusiones a la iniciación, a los misterios, a la experiencia contemplativa y mística.
La palabra “caldeo” (chaldaios-chaldaeus) segun Cumont designa a los habitantes de la baja Mesopotamia y posteriormente a los miembros del sacerdocio babilonio, en la época aqueménida. También se utilizó como título honorífico para los griegos que habían estudiado en Babilonia, en los templos. La palabra caldeo se hizo sinónima de mago-iniciado, consagrado a la teurgia[17]. En un determinado momento, la magia caldea, es decir, la iniciación, se encuentra con la doctrina platónica, tras recibir ésta las influencias neo-pitagóricas.
Uno de los primeros en comentar los textos fue Numenio de Apamea, de quien ya hemos hablado, y Porfirio conoció de la existencia de los misteriosos textos por Numenio, cuyos textos le ofrecieron sugerencias simbólicas para su obra “El antro de las Ninfas”, un estudio sobre el simbolismo órfico de un fragmento del “Ulises” de Homero, concretamente los versos 102-111 del libro XIII de la “Odisea”[18], que contenía las enseñanzas esotéricas que recibió de Cronio y Numenio. Precisamente, en su comentario a los referidos versos homéricos, Porfirio indica que según Eubulo, filósofo académico de la mitad del siglo II d.J.C., “Zoroastro fue el primero que consagró en los montes próximos a Persia, en honor de Mitra, autor y padre de todas las cosas, una cueva natural florida y con manantiales, porque ésta representaba para él la imagen del universo”.[19]
La Academia de Atenas renació de la mano de Jámblico, natural de Calcis, en Siria, considerado como fundador de la magia teurgia entre los neoplatónicos, entre los siglos III y IV y “restaurador de los misterios prácticos fuera del templo o santuario”[20]. Fue dicho filósofo platónico sirio quien convenció a Porfirio de incorporar la magia teurgia a la escuela neoplatónica así como los misterios prácticos fuera del templo, cosa a la que en principio eran reacios tanto el mismo Porfirio como Plotino su maestro.
Porfirio relata en su “Vida de Plotino” cómo un sacerdote egipcio le mostró en el templo romano de Isis su daimon familiar: “la evocación tiene lugar en el Iseo, ya que aquel era el único lugar puro que dicen que dijo el egipcio haber encontrado en Roma. Pero cuentan que, al evocar la presencia visible del Demon, que se apareció fue un dios y no uno del linaje de los Démones” . Cuenta Porfirio que a raíz de este incidente Plotino escribió su tratado “Sobre el demon al que hemos cabido en suerte”. También sobre los demones escribió Jámblico un tratado y otro “Sobre los Misterios egipcios”, y una “Vida de Pitágoras” que presenta ciertas analogías con la “Vida de Apolonio de Tyana”, de Filóstrato, escrita en el siglo II.
Los neoplatónicos Porfirio, Jámblico, Plutarco y Proclo mostraron la influencia doctrinal de los textos caldeos, como enseñanza esotérica de la Academia platónica, con la teurgia como praxis central, a la que se accede tras la preparación filosófica. Se partía de la base de que la enseñanza dada por Platón tenía elementos ocultos, envueltos en velos, cuyas claves podrían desvelarse solamente al círculo de los iniciados en los misterios. Así sucedía en concreto en el siglo V en la Academia de Atenas, cuando era regida por Plutarco al cual fue presentado Proclo por Siriano, cuando llega a Atenas desde Alejandría donde había acudido a estudiar filosofía. Proclo había nacido en Bizancio el 8 de Enero del año 412 y murió el 17 de abril de 485 en Atenas, según su discípulo y sucesor inmediato Marino.
Cuando Plutarco iba a morir encomendó a Proclo a Siriano y a su nieto Arquíadas y encargó a Siriano que completase el ciclo de formación de Proclo al estilo de la escuela, empezando por dos años de filosofía de Aristóteles, tres de Platón y por último explicaciones sobre los poemas órficos y los oráculos caldeos.
Sabemos que los antecesores de Plutarco pertenecían a una misma familia: Plutarco, Nestorio el Mayor, Nestorio padre de Plutarco, Siriano y Proclo, que a su vez siguen una línea de transmisión de los ritos secretos de la teurgia que probablemente se remontase hasta la época de los Julianos antes mencionados. Estos maestros que tanto inspirarían tanto a los filósofos bizantinos como a los renacentistas se dedicaron también en conciliar la antigua sabiduría egipcia con la filosofía platónica, ya que en ellas se encontraban los Misterios. El propio Plutarco en su obra “Isis y Osiris” afirma: “nuestro discurso se dedicará en especial a conciliar la teología de los egipcios con la filosofía de Platón”,[21] el cual “ a menudo se expresa de modo encubierto y velado”. En dicha obra, Plutarco se refiere a Zoroastro como mago, del que “se dice que vivió unos cinco mil años antes de la guerra de Troya”[22] y dedica un cierto espacio a la explicación de las doctrinas de un zoroastrismo tardío.
A la muerte de Plutarco, su hija Asclepigenia queda como sacerdotisa de los misterios y Siriano, como instructor filosófico, pero tal herencia vuelve a unificarse en Proclo, el cual estuvo 25 años al frente de la Academia. Entre sus obras, la mayoría de ellas comentarios a las obras de Platón y de Plotino, tratados de matemáticas y astronomía, se destaca su “Comentario a la filosofía caldaica”. Gemistos Pleto se inspiró en los escritos de Proclo para su propia interpretación alegórica de las divinidades griegas, que le valió la acusación de querer implantar el paganismo.
Los textos caldaicos
Carecemos de espacio aquí para intentar un análisis comparado entre los fragmentos conservados de los Oráculos y algunas de las estancias del libro de Dzyan, referentes a Cosmogénesis. El contenido de los textos, altamente místico, proporciona instrucción sobre el Universo y el alma, así como sobre el camino de ascenso de ésta hasta la contemplación de los misterios, finalidad de la teurgia. Para el discípulo aspirante a la sabiduría resulta relativamente accesible identificar los principios fundamentales de la gran Doctrina Secreta universal, y el lenguaje de los grandes Maestros.
Trataré de realizar mi propio resumen sobre los mismos:
Comienza afirmando la realidad inteligible, comprensible si dirigimos a ella la parte más elevada de nuestro intelecto, denominada “la llama alargada de un intelecto extendido, pues lo Inteligible está más allá del mismo”.
El poder de los símbolos está presente, empezando por el del triángulo, o espada de tres puntas: “arroja en tu inteligencia el signo total de la tríada”. Estas apreciaciones permitirán captar las doctrinas sobre Cosmogénesis, que diferencian a lo Uno, o el Padre, del creador, el Intelecto y el Fuego: “el artesano del cosmos ígneo es un intelecto de Intelecto”, en referencia a la doctrina de las emanaciones de un Intelecto primero (o mente cósmica, Maat) a un Intelecto segundo, o Demiurgo, Logos, que da forma al cosmos, con el fuego de Fohat ya que “todas las cosas en tanto que engendradas pertenecen a un Fuego único”.
La primera tríada, a quien denomina “los padres”, permanece en el Abismo del Silencio “alimentado por Dios”, en la pre-manifestación, conteniendo todas las cosas “pues todas las cosas están sembradas en el seno de esta tríada”.
La Substancia Primordial recibe la denominación de Hécate en cuyo seno la tríada extiende “la fuerza vivificante del fuego muy poderoso”, en una suerte de fecundación cósmica que da nacimiento al Alma del mundo, según el poder de los “ensambladores”, o arquetipos, según los cuales se efectúa la distribución de la vida de donde brota “la materia multifacética”, desde donde todo comienza a extenderse, a medida que la parte más brillante y potente del fuego se lanza “a las cavidades de los mundos”. El torbellino de fuego así activado produce “rayos indoblegables” que el alma del mundo-Hécate recibe como el aliento, o “soplo poderoso” y la Inteligencia divina coloca a las estrellas en sus lugares, “por surcos de fuego inflexibles”, siguiendo un orden jerárquico. Surgen también las ideas intelectivas, o arquetipos, a partir de la “fuente primera paterna perfecta en sí misma”.
El Intelecto paterno, a la manera egipcia se considera “engendrado por sí mismo” y mediante “el lazo cargado de fuego” que podríamos relacionar de nuevo con Fohat, y que el Oráculo interpreta como amor con cuya ayuda “los elementos del cosmos persisten fluyendo”. Este “lazo admirable” está en relación con el surgimiento de las almas, formadas por el Amor, la Inteligencia y la Voluntad, tríada divina.
Hécate como Madre del Mundo, también llamada Rea, sirve de espacio en cuyo centro se efectúa la unión entre el Intelecto no manifestado y el Logos creador, en su costado derecho surge la vida de los mundos mientras que en su costado izquierdo “reside la fuente de la virtud” que permanece íntegra, y “sobre sus espaldas se balancea una naturaleza inmensa”, como Vida universal.
Los mundos se extienden en siete firmamentos y en el corazón se fija el fuego solar, desde donde el fuego alcanza los planos de materia densa, de fuego y de agua, de tierra y de éter, o aire.
A partir de las analogías macro-cósmicas, la enseñanza va derivando suavemente hacia la explicación de la doctrina de las almas, definidas en estos términos: “porque el alma, que es como un fuego brillante por la potencia del Padre, permanece inmortal, es señora de vida y contiene las plenitudes de los múltiples senos del mundo”.
“Hombre, ¡eres un artificio de naturaleza audaz!” Esta exclamación nos recuerda la de Hermes cuando define al hombre como “magnum miraculum” en el diálogo titulado “Asclepios”, citado también por Pico de la Mirándola en su Discurso.
Hay instrucción práctica para poder realizar las potencias latentes del alma pues “es necesario que quien es un mortal con posibilidades de pensar embride el alma, para que no choque contra la tierra infortunada, sino que se salve”. Y recomendaciones para no dejarse llevar por las apariencias de las cosas, ni por su manipulación a través de las artes adivinatorias, sino más bien tratar de descubir las “bellezas indecibles” que la Mente divina ha dejado en el mundo como símbolos, a través de los cuales el alma se remonta hacia la luz, una vez que ha conseguido elevarse por el mismo camino por el que descendió, “cuando unas la acción a la palabra sagrada”, expresión que hace referencia a los ritos propios de la Teurgia.“Es necesario que te apresures hacia la luz y hacia los esplendores del Padre, desde donde te ha sido enviada el alma vestida con un intelecto múltiple”, dice el Oráculo, pues hay que aprender a dominar las pasiones de la tierra y dejar de pensar según el cuerpo, para poder despertar el poder interno del alma. Hay que aprender también a protegerse de los démones inferiores terrestres, que intentan apartar a las almas de los ritos.
“A algunos ha concedido comprender, por el estudio, el símbolo de la luz; a otros, incluso mientras duermen, los ha hecho fructificar con su poder”.
“Guarda silencio, iniciado”, recomienda, dando a entender que lo que viene a continuación (lamentablemente bastante fragmentado) es una doctrina mistérica, relacionada con las invocaciones que se hacen a “los bienaventurados” que se dejan ver en determinadas condiciones: “habiendo invocado así, contemplarás o un fuego que semejante a un niño se apresura a saltos sobre la onda del aire, o también un fuego sin forma desde donde se lanza una voz, o una luz exuberante que se enrolla silbando en torno al campo; pero también un caballo de aspecto más resplandeciente que una luz, o incluso un niño subido sobre el dorso de un caballo, inflamado o cubierto de oro o, por el contrario, desnudo, o, incluso, disparando el arco y erguido sobre el lomo”.
La doctrina de la reencarnación también está presente, aclarando que se vuelve a la vida entre los hombres y no entre los animales.
Pero el Teurgo debe mantenerse elevado, por lo que le advierte varias veces: “no te inclines hacia abajo”, “porque los teúrgos no forman parte de la muchedumbre dominada por la fatalidad…que va en tropel”.
Bibliografía
Frances Yates: “Giordano Bruno y la Tradición Hermética”. Ariel. 1983
Paul O. Kristeller: “El pensamiento renacentista y sus fuentes”. Fondo de Cultura Económica, 1993,
Pedro Azara, notas a la traducción de “Sobre el furor divino y otros textos de Marsilio Ficino”, Anthropos, 1993.
Arthur Field: “The origins of the Platonic Academy of Florence”. Princeton University Press, 1988
Joseph Bidez y Franz Cumont: “Les Mages Hellenisés”I, Societé d’Edition “Les Belles Lettres”, Paris, 1973.
Numenio de Apamea: “Fragmentos y testimonios”, publicada por Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1991.
“Oráculos Caldeos”. Con una selección de testimonios de Proclo, Pselo y M. Itálico. Biblioteca clásica Gredos, Madrid, 1991.
H.P. Blavastky: “La Doctrina Secreta”, Kier, Buenos Aires, 1979 Vol V.
Porfirio: “La gruta de las ninfas”. Ediciones Clásicas. Madrid, 1992.
H.P.B. “Glosario teosófico”, Kier, Buenos Aires, 1977
Plutarco: “Isis y Osiris”. De. Lidium, Buenos Aires, 1986
Pletón, Jorge Gemistos: “Tratado sobre las Leyes. memorial a Teodoro”. Tecnos. Madrid, 1995.
Procedencia de todas las fotos: https://pixabay.com
[1] Vid. Frances Yates: “Giordano Bruno y la Tradición Hermética”. Ariel. 1983 (para la edición española)
[2] Frances Yates op. cit. pag. 36.
[3] Recogemos la acepción de dicha palabra según la recoge H.P.B. en el “Glosario”:
[4] Paul O. Kristeller: “El pensamiento renacentista y sus fuentes”. Fondo de Cultura Económica, 1993, pág. 185.
[5] Había nacido en Constantinopla en torno a 1389 y murió en Peloponeso en 1450, donde residió durante bastante tiempo y a causa de sus conocimientos fue llamado Gemistos (el más brillante). Ocupó un puesto importante en la corte del emperador Juan VIII (1425-1448), que vivía los últimos tiempos del imperio bizantino, herido de muerte tras las luchas dinásticas que precedieron a la llegada al trono de Manuel II (1391-1425), tras eliminar a su hermano Juan VII.
[6] De las obras de Pleto se han traducido al español hasta el momento solamente el”Tratado sobre las leyes” y el “Memorial a Teodoro”. Ver edición de Francisco L. Lisi y Juan Signes. Tecnos, Madrid, 1995.
[7] Pedro Azara, notas a la traducción de “Sobre el furor divino y otros textos de Marsilio Ficino”, Anthropos, 1993.
[8] segun aparece en la obra “Les mages hellenisés,I”, París 1973 (=1938) de J. Bidez-J.Cumont y estaría recogida en lengua inglesa segun se indica en la obra “Zoroaster the prophet of ancient Iran” A.V.W. Jackson, Nueva York, 1928. No existe una edición científica de esta obra de Pletón. En cuanto a la edición de los Oráculos, la primera se debe a W. Kroll en Breslau 1894, reeditada en 1962 en Hildesheim. Existe una traducción al inglés inédita y en 1991 Francisco García Bazán ha traducido por primera vez al español el texto y los comentarios de Proclo, Psellos y Numenio de Apamea, editado por la Biblioteca Clásica Gredos.
[9] Gemistos Pleto: “Tratado sobre las leyes”. Tecnos, 1995. Pág.130.
[10] Citado por Arthur Field, en obra citada en nota 11.
[11] Vid: “The origins of the Platonic Academy of Florence”. Arthur Field. Princeton University Press, 1988
[12] Así lo indican Joseph Bidez y Franz Cumont en : “Les Mages Hellenisés”I, Societé d’Edition “Les Belles Lettres”, Paris, 1973. Pág.185.
[13] Ver la edición de “Fragmentos y testimonios”, publicada por Biblioteca c´lásica Gredos, Madrid, 1991, pág. 255.
[14] Cita de la “Exposición caldaica” de Miguel Pselos, inlcuida en la “Introducción general” a los oráculos caldeos, Francisco García Bazán. Biblioteca clásica Gredos. Madrid, 1991, pág. 18.
[15] Ibidem
[16] H.P. Blavastky: “La Doctrina Secreta”, Kier, Buenos Aires, 1979 Vol V., pág. 48
[17] H.P.B. nos explica en El “Glosario Teosófico” que la Teurgia consiste en “una comunicación con los ángeles y espíritus planetarios – los “dioses de “Luz”- y medios para atraerlos a la tierra.” Los sacerdotes que la ejercieron tenían como oficio “evocar a los dioses durante la celebración de los Misterios”. Y subraya la perfecta concordancia entre la antigua Teurgia y la de los neoplatónicos de la escuela de Jámblico. Ver Glosario, voz Teurgista.
[18] En concreto, son los siguientes versos: “En lo alto del puerto se alza un frondoso olivo/ y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva/consagrada a las ninfas que se denominan Náyades. / En su interior hállanse también cráteras y ánforas / de piedra en las que las abejas frabrican sus panales / y también pétreos telares de grandes dimensiones, donde las ninfas / tejen sus mantos coloreados de púrpura marina, encanto visual. / Igualmente, manatiales de agua perenne, y dos accesos: uno, hacia el norte, se destina como entrada a los mortales; el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses, y nunca por él / penetran los hombres porque es el camino de los inmortales”. Para Porfirio, la gruta o cueva era un símbolo platónico de origen pitagórico que representaba al universo. Ver Porfirio: “La gruta de las ninfas”. Ediciones Clásicas. Madrid, 1992.
[19] Porfirio, obra citada, pág. 38.
[20] H.P.B. “Glosario teosófico”, Kier, Buenos Aires, 1977, pág. 294. Nos indica que estaba versado en los misterios caldeos.
[21] Plutarco: “Isis y Osiris”. De. Lidium, Buenos Aires, 1986. Pág. 51.
[22] Plutarco, obra citada, pág. 48.