Síntesis del libro Una trenza de hierba sagrada

De Robin Wall Kimmerer
Realizada por Irene Melfi Svetko

Presentación

Es muy probable que cuando, a mediados del siglo XX, el viejo sacerdote indio Hehaka Sapa, o Alce Negro, dictó los mitos y tradiciones de sus ancestros para que fueran publicados en la pequeña joya que constituye el libro “La pipa sagrada, los siete ritos secretos de los indios Siux”, ya estuviera soñando con que esas tradiciones se mantuvieran vivas. Es en el siglo XXI cuando Robin Wall Kimmerer, botánica, india, escritora y profesora universitaria, escribe otra obra emblemática” Una trenza de hierba sagrada”.

Alce Negro había nacido en los años sesenta del siglo XIX, recorría las llanuras con su familia cazando bisontes y luchó repetidas veces contra los blancos. Viajo por Italia, Francia e Inglaterra con Búfalo Bill. Su educación desde joven se la debe a los grandes sacerdotes de su pueblo como Whirlwind Chaser o Cazador del Torbellino, el sabio Elk Head o Cabeza de Alce. De ellos conoció toda la historia de la antigua religión. Era un hombre sabio que tenía visiones y estaba destinado a guiar a su pueblo en el camino de lo sagrado, del conocimiento de sus ancestros y de la religión de los Siux.

Robin Wall Kimmerer nació en 1953 en Nueva York y su infancia transcurrió en un pueblo al norte del estado de N. York. Pertenecía a la tribu potawatomi que significa” los que mantienen el fuego”, también se les llamaba neshnabek o “el pueblo original”.
Una trenza de hierba sagrada, hierochloe odorata, según explica en el prólogo Robin Wall Kimmerer, se trata de:
“Un trenzado de historias que tratan de restablecer la salud de nuestra relación con el mundo. Está tejido con tres ramales: los saberes indígenas, el conocimiento científico y la vida de una investigadora anishinabekwe que intenta conjugar ambos y ponerlos al servicio de lo que más importa… donde la gente y la tierra se cuiden y sanen su dolor mutuamente” (1).

El Origen del Mundo

Como en todas las tradiciones, entre sus historias narra el mito del origen del mundo. En el Origen solo existía el Mundo del Cielo, de una abertura del Mundo del Cielo salió un rayo de Luz. Bajaba
lentamente y solo había una oscura extensión de agua y aun en el vacío había muchos ojos que miraban aquel rayo de Luz. Cuando estuvo más cerca, aquellos ojos vieron que era una mujer con una larga cabellera, que giraba en espiral hacia ellos. Los gansos batieron sus alas y la Mujer Celeste se dejó caer sobre ellos, pero fue sobre el caparazón de Tortuga, animal totalmente simbólico, con un poquito de barro que le dio la rata Almizclera, donde Mujer Celeste se puso a danzar y el cieno se multiplicó al ritmo de la danza y así se formó toda la tierra e Isla Tortuga.

Mujer Celeste traía en su mano algo del Mundo del Cielo, era el Árbol de la Vida, con sus semillas y frutos de todas clases para repartir por toda la tierra. Así ésta se puso verde y frondosa. Según la historia la hierba sagrada fue la primera en crecer, por eso recuerda a Mujer Celeste. Los ancianos de la tribu dicen que la hierba sagrada existe para que “nos acordemos de recordar”. Dicen también que cuando se trenza la hierba sagrada es como trenzar los cabellos de la Madre Tierra, con la gratitud que eso implica. Este mito de Mujer Celeste, que representa la creación del mundo y es una forma de relato cosmológico y
cosmogónico, que se cuenta de generación en generación, es la base de las creencias de todas las culturas, de los pueblos nativos de los Grandes Lagos le llamaban “instrucciones originales”. No eran normas rígidas ni prohibiciones, sino una sabiduría para recorrer el camino de la vida, que cada tribu vivía según el ejemplo de Mujer Celeste que había traído semillas y las había dado para hacer el bien a toda la
humanidad. El tema de las semillas también es clave en los mitos cosmogónicos de Egipto, Grecia, Roma etc.

El Destierro

Más adelante narra las desventuras y sufrimientos que vivieron sus antepasados en las llanuras de Oklahoma donde vivían cuando era territorio indio. Dice R.W Kimmerer:
” Cuando nos expulsaron del territorio, nos arrebataron también los árboles, los nogales blancos, los nogales del pantano, y los nogales americanos. Los colonos codiciaban las tierras alrededor del lago Michigan y nos echaron de allí a punta de pistola. En las largas columnas que se conocerían como “Camino de la Muerte”. Nos condujeron a un lugar nuevo, nos separaron de nuestros lagos y nuestros bosques…En el espacio de una generación mis antepasados fueron “desplazados” tres veces” (2).

El Gobierno Federal expulsó a muchas tribus y poblaciones nativas con sus formas de vida tradicionales, su saber indígena de plantas, de climas, sus antepasados, pero a la identidad del pueblo, no logró vencerla. Entonces separaron a los niños de sus hogares, con el pretexto de darles una mejor educación. Dice R.W. Kimmerer:
“Niños, idioma y tierra: nos lo arrebataron todo aprovechando que estábamos muy ocupados tratando de sobrevivir… La pérdida fue inmensa, pero había algo que nuestro pueblo no podía entregar: el significado de la tierra” (3).

Para los colonos la tierra se podía comprar y vender, era, como lo es hoy, un artículo
con qué comerciar. Para los pueblos indios, dice:
“La tierra lo era todo: identidad, conexión con los antepasados, el hogar de nuestra familia no humana, la reserva de medicamentos, la biblioteca, el origen de cuanto nos permitía vivir. En ella se hacía manifiesta nuestra responsabilidad con el mundo. Era suelo sagrado que solo se pertenecía a sí mismo, un don que recibíamos, no una mercancía”. (4)

Regresan a sus tierras de Oklahoma dos generaciones después de aquella barbarie, se reúnen así por unos días, nueve grupos potawatomis que habían sido dispersados por todo el país. La Asamblea de Naciones Potawatomis aúna a estos pueblos como en una red de historia, familias y responsabilidad, porque hay una fuerza sagrada que los une, que manifiestan con sus danzas rituales hasta ver amanecer.

Recobran la sabiduría de los dones, donde la naturaleza les regala sus frutos y los patawatomis recogen con respeto la hierba sagrada, pues esta le pertenece a la tierra, es un regalo. Nunca cortan más de lo necesario, porque en esa economía de los dones trabajar la tierra lleva una lista de responsabilidades, no de derechos, como el que tiene una propiedad privada. El respeto a la tierra, al planeta es un tema que todavía cuesta vivenciar en la sociedad de consumo de este siglo XXI.
Dice R.W Kimmerer: :
“En otras épocas, cuando la gente unía sus vidas íntimamente con la tierra, era fácil reconocer el mundo como un regalo. En otoño los cielos se cubrían de bandadas de gansos, y sus graznidos se escuchaban por todas partes. “Aquí estamos” decían y la gente recordaba la historia de la creación, de cuando los gansos habían ido en recate de Mujer Celeste. La gente tenía hambre, el invierno estaba cerca y estas
aves llenaban el estanque de comida. Era un regalo que la gente recibía con gratitud, amor y respeto. Pero cuando la comida no procede de una vida que se ha entregado por otro, cuando no hay gratitud a cambio, ese alimento no satisface. Llena el estómago, pero deja hambriento el espíritu. Algo se ha roto cuando la comida procede de una bandeja de poliestireno envuelta en plástico…esa vida no es un regalo, es un robo (5).

En su aspecto pedagógico, Robin Wall Kimmerer se pregunta cómo volver a vivir el mundo como un don y no como una mercancía, cómo volver a sacralizar una relación que no debía haberse convertido en un negocio. Y alude a que todos podemos negarnos a comprar aquello que se debería regalar. Negarse a participar en la compra desmedida de tantas cosas, es una responsabilidad moral de cada uno. Observar la generosidad de la tierra, a pesar de que está tan mal tratada, es un ejemplo de generosidad que permite vivir con gratitud hacia ella. Y dice:
” Cuando el mundo entero es una mercancía, el ser humano termina sumido en la pobreza. Cuando es un obsequio en constante movimiento, nos hace ricos” (6).

Las ceremonias

Habla también de la ceremonia, de la importancia de la ofrenda y del momento sagrado que se vive en la ceremonia en donde todos detienen su actividad para conectar con lo sagrado de la Madre Tierra.

Las ceremonias para los potawatomis, son actos totalmente pragmáticos, que trascienden al individuo, pues no es un rito vacío, tiene un poder mágico. Utilizan el Fuego Sagrado para los ritos y danzas ceremoniales, porque lo consideran símbolo de la vida espiritual.

Dentro del macizo montañoso de los Adirondacks se encuentra el monte Marcy, que en las lenguas algonquinas es el Tahawus que significa “el que raja las nubes”. Allí los potawatomis hacían la ofrenda del café y decían:
” Esto es para los dioses de Tahawus”.

Era una forma de unir lo mundano con lo sagrado. Las mujeres eran cuidadoras del agua o Guardianas del Agua, como elemento femenino, son ellas quienes llevan el agua sagrada a las ceremonias
y tienen un vínculo especial con el agua, pues son portadoras de vida, llevan a sus
bebes en el agua interna o líquido amniótico.

Dice R.W Kimmerer:
“La ceremonia del amanecer es como potawatomis hacemos manifiesta nuestra deuda con el mundo, reconocemos todo lo que nos ha entregado y le ofrecemos nuestro más libre y sincero agradecimiento…» (7)
«Es el Mensaje de gratitud, un rio de palabras tan antiguo como la misma gente, que los onondagas
llaman “Las Palabras Que Van Antes Que Todo Lo Demás, es la declaración de un orden de prioridades ancestral que sitúa en lo más alto del escalafón el agradecimiento” (8).

El mensaje de gratitud

Es una forma de afirmación de su identidad como pueblo, pero es algo más, no solo la soberanía política. El Mensaje que se dice invoca a cada uno de los elementos de la naturaleza, no es un rezo, es un saludo de gratitud al Universo.

Dice R.W.Kimmerer:
“ Imagina educar a los niños en una cultura cuya prioridad es la gratitud” (9). No solo sería dar las gracias a cada elemento de la Creación, sino que el niño comprendería la responsabilidad que tiene cada uno, de cuidar la naturaleza de la que forma parte. Y sigue diciendo Kimmerer:
“En una sociedad consumista estar satisfecho con lo que se tiene supone una propuesta radical. Reconocer la propia abundancia, en lugar de la escasez, mina los principios de una economía que crece
gracias a la generación de deseos irrealizables. La gratitud cultiva una ética de la plenitud, mientras que la economía requiere de vacío” (10).

En realidad, el Mensaje de Gratitud es un modelo de educación que da afirmación como individuo, como sociedad y como estado, es como un código ético para vivir y compartir. Los dones recibidos desarrollan la responsabilidad, activan los deberes del ser humano respecto del cuidado y protección de lo sagrado en la naturaleza.

El lenguaje

Con la diáspora, de los antepasados, se había eliminado el idioma de las diferentes tribus de EEUU, por ello los indios más ancianos, que aún, por razones fortuitas, habían conservado la lengua, en un momento, aquellos pocos que quedaban deciden unirse para enseñar a los jóvenes, un lenguaje complejo de por sí para ser aprendido, por su increíble riqueza.

Dice R.W. kimmerer:
“Un hombre de largas trenzas grises cuenta cómo su madre lo escondió cuando los agentes vinieron a llevarse a los niños. Evitó el internado gracias a que estuvo oculto bajo raíces suspendidas, en la orilla del rio, y el murmullo del agua camuflaba su llanto. A todos los demás se los llevaron y les lavaron la boca con jabón o con algo peor, por “hablar ese sucio idioma indio”. Él fue el único que se quedó en casa
y creció llamando a las plantas y a los animales por el nombre que el Creador les había dado, y por eso estaba allí, como guardián del lenguaje. “Somos todo lo que queda, si los jóvenes no lo aprenden, el idioma morirá” (11).

Solo quedaban nueve hablantes del idioma potawatomi en aquel momento, entonces la labor de enseñar el idioma era urgente y también muy compleja pues la lengua potawatomi tiene un 70% de palabras que son verbos con todas sus declinaciones, mientras que en el inglés solo un 30 % de las palabras son verbos. Tampoco tienen masculino y femenino, todo se estructura a través de lo animado o lo inanimado, es decir, si de lo que se habla tiene vida o no. En potawatomi son animadas también las rocas, las montañas, los ríos el agua, los lugares, la medicina sagrada, todo lo que está imbuido de espíritu. Y Dice: “Asumir la gramática de lo animado podría refrenar las ansias de explotación de la tierra” (12).

Así tratar a un árbol como quien es, no es igual que decir que es, como si fuera una cosa a la que se puede utilizar para comerciar con ella, y no un ser vivo al que el indio sabe proteger y respetar.

La cosecha honorable

La cosecha honorable se refiere a una suerte de código colectivo que utilizan en la práctica, las culturas indígenas, para mantener la armonía entre las distintas formas de vida, especialmente animal y vegetal. Son las normas naturales de siembra y recolección, que refrenan la tendencia al consumo desmedido, para que en las siguientes generaciones también obtengan lo necesario, gracias a esa Cosecha
Honorable y así armonizan al ser humano con las leyes naturales.
Dice R.W. Kimmerer:
“La cosecha Honorable se ocupa de rendir cuentas tanto en el aspecto físico como en el metafísico. Tomar otra vida para sustentar la tuya resulta mucho más significativo cuando reconoces a los seres de los que te sirves como individuos, personas no humanas equipadas con conciencia, inteligencia y espíritu” (13).

Es una propuesta de una ecología profunda que despierta la conciencia del indio y de todo ser humano. Es, en cierta forma, una ética de reciprocidad, de respeto y agradecimiento por lo que se ha recogido. Es no codiciar y coger solo lo necesario.
Para concluir el libro, como buena botánica, Kimmerer, da una larga lista de nombres de plantas en castellano, inglés y latín.

Bibliografía

Kimmerer Robin Wall “Una trenza de hierba sagrada”-Editorial Capitán Swing
Libros-Madrid 2021

Notas

1- Kimmerer Robin Wall “Una trenza de hierba sagrada”-Editorial Capitán Swing
Libros-Madrid 2021- Pág. 8
2- O. cit. Pág.23
3- O. cit. Pág. 28
4- O. cit. Pág. 28
5- O. cit. Pág. 44
6- O. cit. Pág. 45
7- O. cit. Pág. 126
8- O. cit. Pág. 128
9- O. cit. Pág. 131
10- O. cit. Pág.132
11- O. cit. Pág. 65
12- O. cit. Pág. 73
13- O. cit. Pág. 214