AMIMALES Y RITOS INICIÁTICOS

Isabelle Ohmann

Numerosas tradiciones resaltan la relación entre el hombre y el animal en las prácticas iniciáticas. Brindaremos tres ejemplos de ello, tomados de Grecia, de Egipto y de América Latina.

LA GRECIA ANTIGUA Y EL MINOTAURO

El mito de Teseo relata el recorrido iniciático del héroe que debe afrontar, en el centro del laberinto, su propia naturaleza animal en la forma del Minotauro.

Minos pidió al dios del mar, Poseidón, legitimar ante todos su pretensión al trono de Creta, haciendo surgir del mar un toro que sacrificaría al dios. Pero, una vez rey, lo encuentra muy bello como para sacrificarlo y, entonces, se lo queda. Su esposa, Pasífae, se enamoró del animal y, de este amor contra natura nació un monstruo que tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro, el Minotauro. Espantado y avergonzado, Minos mandó a construir el laberinto a Dédalo, que contaba con salas y corredores tan enmarañados que era imposible encontrar la salida y, allí encerró al monstruo. Cada año, le daba como  forraje siete jóvenes y siete doncellas que le entregaba la ciudad de Atenas a modo de tributo. Para dar fin a este azote, Teseo se presentó como voluntario, mató al monstruo y, gracias a la ayuda de Ariadna, encontró el camino para salir del laberinto.

Pasífae es otro nombre de la Luna, simboliza pues, la psiquis humana. En cuanto a Poseidón, cuya representación animal es el toro o el caballo, representa el conjunto de las pulsiones inconscientes del ser humano. El Minotauro es pues, un animal simbólico que figura al hombre dominado por sus pulsiones instintivas.
El combate de Teseo contra el Minotauro refleja la búsqueda humana de superación de sus propias pulsiones inferiores. El héroe debe recorrer el laberinto de su propia personalidad y de su inconsciente para vencer en su interior su personalidad “animal”.

En este mito, se considera al animal como una parte de la personalidad humana, que simboliza los instintos y pulsiones inconscientes del hombre, que deben vencerse para acceder a la conciencia característica del humano. A diferencia del Minotauro, hombre con cabeza de toro, dominado pues por su parte animal, otra criatura fabulosa de la mitología griega, el centauro, dotado de cuerpo de caballo y busto de hombre, se lo puede ver como la  representación del ser verdaderamente humano que ha dominado su animalidad.

Tras su combate victorioso, Teseo regresó a Atenas donde se convirtió en rey: el recorrido por el laberinto y la lucha con el monstruo son el prototipo de la iniciación real.

Belerofonte, otro héroe de la Grecia antigua, antes de subir al trono real, debió, entre otras pruebas, destruir al monstruo que devastaba el país, la Quimera, animal monstruoso que arrojaba fuego, tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. Lo logró, gracias a la ayuda del fabuloso caballo alado, Pegaso, nacido de Medusa y Poseidón. Una vez dominada la parte animal, se pone al servicio del ser humano, para quien constituye un instrumento extraordinario, como lo demuestran las alas de Pegaso, cuando se instala “un proceso de purificación de nuestra alma, que se volverá tan transparente que nos permitirá observar en su fondo los monstruos agazapados”. (1)

Todo símbolo es polivalente, la quimera era además “el símbolo del año tripartito de la gran diosa, león para la primavera, cabra para el verano y serpiente para el invierno”. (2) Así, Belerofonte, primero tiene que dominar su propia naturaleza animal domando al caballo para vencer a los elementos y, en ese momento, volverse dueño de los ciclos del tiempo, uno de los elementos clave para el ejercicio del poder real.

“Al domar Belerofonte a Pegaso, el caballo lunar empleado para traer la lluvia… indica que el candidato a la realeza sagrada tenía la tarea de cazar un caballo salvaje… A juzgar por las prácticas primitivas danesas e irlandesas, el rey comía (luego) a modo de sacramento la carne de este caballo”. (2)

EGIPTO Y LOS MISTERIOS DE LA PIEL-CUNA

Las tradiciones iniciáticas del antiguo Egipto se relacionan con ritos de sociedades de cazadores, al incorporar la piel del animal como un elemento simbólico y esencial.

“Si los ritos de Osiris son ritos de resurrección, asociados al reino vegetal, los ritos de Anubis parecen inscriptos en el reino animal”. (3) En efecto, los ritos iniciáticos relacionados con Anubis, dios egipcio representado en forma de hombre con cabeza de chacal, se basan en los misterios de la piel-cuna.

En las tradiciones de cazadores, como en Egipto, “tener la piel de la víctima equivale a apropiarse de su fuerza… Es una segunda piel protectora para el poseedor, un ka”. (3) Cuando se vence al animal, las fuerzas del enemigo, amansadas, se concentran en su piel. Entonces, sus energías son captadas por el que la lleva.

La piel del animal tenía varios significados en el pensamiento egipcio. “La piel está asociada al dios Anubis, que vigila la placenta divina… que contiene el feto del niño divino Khonsu. Acostarse sobre la piel equivale en los ritos egipcios al regreso a la matriz. Salir de la piel, es emerger a una nueva vida. Acostarse sobre la piel simboliza la muerte. El ser vivo que se acuesta sobre la piel simulaba la muerte a través el sueño letárgico, como el sacerdote Tikunu durante la ceremonia de animación de estatuas”. (3)En este caso, la piel es el instrumento chamánico que permite al sacerdote entrar en contacto con el mundo de los orígenes y el de los espíritus, en el cual realiza un viaje que le permite dialogar con los espíritus superiores y volverse un canal de comunicación.

Se vestía con una piel de animal en diferentes ceremonias: en los rituales de animación de estatuas (el sacerdote Tikunu se cubre con la piel, en general, de toro), en los rituales de apertura de la boca durante las ceremonias funerarias (el sacerdote Sem viste una piel, en general, de pantera), en las fiestas del Jubileo, es decir, de la confirmación del poder real, en que el faraón utiliza pieles de animales (gacela, asno, pantera y cerdo).

Todos estos animales están asociados al dios Seth, y su piel al cuero de este dios vencido. Seth simboliza al adversario, al perturbador y al destructor, combatido y vencido por Horus, personificación divina del poder real. “La piel de Seth vencido simboliza la victoria de los vivos sobre la muerte. Para matar al animal sethiano, el ser vivo tuvo que “morir” voluntariamente, cuando mató a la muerte con su propia muerte…. La piel de Seth es el instrumento que permite el impulso o el paso de la conciencia de lo observable a lo invisible”. (3) Así, el combate contra Seth es el combate iniciático por excelencia, que representa la iniciación real. Es el combate del candidato contra la muerte. Su victoria se simboliza y tiene significado en la posesión ritual de la piel.

LOS INDIOS WAYANA Y EL AVE JAPI

En el norte de Brasil, en Guayana, el pueblo wayana, que supo conservar su manera ancestral de vida y educación, mantiene una relación simbólica y particular con un ave, el japi. (4) De color negro, con manchas amarillas en las alas y en la cola, el japi, que vive en colonias y no teme la presencia del hombre, tiene por nombre científico cacicus cela. Cacique es el nombre que ciertas poblaciones amerindias daban tanto a sus jefes como al ave japi, lo que permite apreciar el respeto que tenían estas poblaciones por este pájaro que presenta, entre otras cosas, dos características notables.

En realidad, a diferencia de todas las otras especies animales, busca la vecindad de las avispas y construye su nido cerca de sus enjambres. Cuando el pichón deja el nido por primera vez, la madre u otro japi va a molestar los nidos de las avispas que vienen a picarle. El comportamiento del japi constituye a vista de los wayana un modelo iniciático, y la avispa es el intermediario de la iniciación: el pichón está, desde su salida del nido, gracias a las picaduras de las avispas, preparado y armado para afrontar los sufrimientos y las pruebas dolorosas de la vida.

Por otra parte, el japi es “el que habla la lengua de los otros”: en efecto, es capaz de imitar el sonido de numerosos animales (el tucán, la rana, el águila, el cernícalo, etc.), reproduciendo su frecuencia de manera tan exacta que uno se engaña. Para los wayana, poder imitar al otro es signo de que se lo comprende perfectamente, que, por lo tanto, se es un maestro. El japi es así un modelo ejemplar por dos razones: como maestro por su capacidad de imitación y como imitador, por las pruebas que impone a sus pichones.

Se sigue este modelo simbólico en las iniciaciones tribales que tienen por objeto confirmar el paso de la adolescencia a la adultez. Esta iniciación constituye un paso muy importante puesto que los adolescentes adquieren por medio de ella una nueva autonomía y un cambio de posición social: de niños, se vuelven miembros de la colectividad social, considerados como iguales por los adultos.

El ritual, que tiene por función evidenciar  públicamente el logro del paso de la juventud a la adultez, es idéntico tanto para los varones como para las mujeres. Tras un periodo preparatorio de ayuno y vigilia, que permite al cuerpo debilitado soportar mejor el dolor, y de danzas que lo ponen en un estado de euforia, el adolescente se somete a la prueba final: soportar el dolor provocado por las picaduras de avispas. A quienes fueron picados se les pone una especie de pechera en diferentes partes del cuerpo, muy a menudo en la espalda.

Esta prueba iniciática tiene por objeto hacer vivir al adolescente una muerte simbólica para nacer a un nuevo estado. Le permite experimentar que ha aprendido el lenguaje del otro, el del adulto en que se ha convertido, y que puede resistir el sufrimiento como un adulto, con fuerza, autonomía y responsabilidad. Fortalecido por haber vencido el dolor, es decir, haberse vencido a sí mismo, el nuevo adulto busca entonces su lugar entre sus pares, respetado y responsable de su vida.

Estos ejemplos, tomados de diferentes tradiciones, evidencian el papel simbólico desempeñado por los animales en la iniciación. Simbolizan las pruebas que el hombre debe superar en el camino interior que lo conduce a la liberación de sí mismo.

Notas

1. Jorge A. Livraga, Cartas a Delia y Fernando, capítulo XX.

2. Robert Graves, Los mitos griegos.

3. Fernand Schwarz, Initiation aux livres des morts égyptiens.

4. Tomamos prestado lo que sigue al trabajo realizado por Jean-François Buisson sobre La iniciación wayana.

 Bibliografía

Traducido de “Animaux et rites initiatiques”, revista Nouvelle Acropole nº 134,

artículo escrito por Isabelle Ohmann.

Traducido por Oscar Escalante. OINAAR- Sur – Agosto 2002

Procedencia de las fotos: https://pixabay.com