Irene MelfiSiguiendo con las visitas a zonas arqueológicas de la provincia de Granada, el Instituto Hermes organizó una peregrinación a La Peña de los Gitanos, en las cercanías de Montefrío, al oeste de la provincia.
Historia de las excavaciones
Montefrío forma parte de los llamados Montes Occidentales, ocupando el límite septentrional de la Depresión de Granada, con una extensión de más de 100 km, que va desde Pozo Alcón, al este, hasta la Sierra de Loja al oeste. Es una región montañosa en la zona más septentrional de las Cordilleras Béticas.
Remontándonos a la historia de la zona, las primeras investigaciones realizadas, sobre los megalitos en el Sureste de la Península Ibérica las ofrece en 1868 don Manuel de Góngora y Martínez, que dio a conocer los conjuntos del Río de Gor-Fonelas, Las Peñas de los Gitanos en Montefrío y el dolmen de Dílar. Posteriormente hubo otro gran impulso procedente de las investigaciones del ingeniero belga Louis Siret a fines del siglo XIX y comienzos del XX. La zona sigue despertando interés, así se realizaron sobre la década de 1920 importantes excavaciones en Las Peñas de los Gitanos, en esa ocación a cargo de Cayetano de Mergelina, descubrimientos que se publicaron 20 años más tarde.
En otoño de 1946 comienza una nueva actividad arqueológica en Montefrio guiada por don F. Miguel Tarradell, que se prolonga hasta 1947. En 1971/74 hay otra excavación a cargo de A. Arribas y F. Molina. Según referencia de F. Miguel Tarradell, que se centra en el poblado de los Castillejos y en diversas cuevas de los alrededores: Cueva Alta, Cueva de las Cabras, Cueva de la Alondra, Raja de la Mora y Cueva Negra, datarían de 3000 a.C., y corresponde a un Neolítico Tardío, con un contexto típico de la Cultura de las Cuevas. La fase II se ha atribuido a un Neolítico Final. Aparecen una serie de elementos que corresponden cronológicamente a Los Millares I, aunque el poblado está más en contacto con los horizontes culturales de la Baja Andalucía.
Hallazgos
Entre los variados objetos que aparecieron en esta excavación de F. M. Tarradell podemos resaltar las diferentes cerámicas y fuentes neolíticas que son corrientes en el Horizonte de los Silos de Campo Real, sobre el 2800-2600 a.C. por lo que se interpreta que en esta fase existen en Montefrío relaciones con el Bajo Guadalquivir. Aparecen también pequeñas figurillas de animales, posiblemente toros, que se datan en el Cobre Pleno: elementos de telar, tan corrientes en este tipo de yacimientos, desde un Neolítico Final, perdurando hasta el Cobre Tardío. En un momento posterior aparecen las grandes pesas de telar en forma rectangular u ovalada, pesas que se calcula en la secuencia de Los Castillejos, a un Cobre Pleno. También son corrientes los fragmentos de placas rectangulares de arcilla con perforaciones en los extremos. Los útiles de hueso trabajado hallados en el poblado son punzones, espátulas, un escoplo, agujas, etc.
Destaca un idolillo de forma cruciforme, de caras planas y un posible ídolo en la Cueva Alta de forma trapezoidal, de caras planas, ambas piezas presentan dos incisiones, que las divide en tres cuerpos. Los ídolos de tipo cruciforme aparecen en complejos megalíticos del Cobre Antiguo, teniendo su origen en la llamada «Cultura de Almería».
Procedentes de las excavaciones de Tarradell son también 946 piezas de sílex talladas. Todo el material de esta excavación fue inventariado y depositado en el Museo Arqueológico de Granada.
Hallazgos propios de los enterramientos
En el área exterior de uno de los sepulcros hubo una localización de un conjunto de monedas y restos de bronces, que se encontraron en el túmulo y en las cercanías del enterramiento. La mayoría apareció en zonas con restos de carbón y abundantes fragmentos de cerámica a torno. Entre las piezas de bronce que aparecieron junto a las monedas, destaca un amuleto fálico de unos 6,5 cm de alto. Tiene forma de creciente invertido y lo sobremonta un anillo de suspensión.
Enterramientos prehistóricos
Llegando a la finca donde se encuentran los enterramientos prehistóricos en La Peña de los Gitanos de Montefrío, nos recibió Paqui Sánchez, que desde hace 25 años cuida con esmero, responsabilidad histórica y dedicación plena, este paraje singular, que fuera refugio para nuestros antepasados, los pobladores de la zona y declarado por La Unesco en 1996 como BIC.
Al amparo de la peña natural, testigo silenciosa de la historia, se haya, entre encinas y quejigos, matorral mediterráneo, zonas de dehesa, cuevas y un sin fin de endemismos, una necrópolis que fue utilizada desde el Neolítico antiguo hasta el Bronce.
Estos enterramientos prehistóricos, dólmenes que durante mucho tiempo fueron espoliados, debido al abandono en que se encontraban, están ahora en muy buenas condiciones de conservación, gracias a esta mujer comprometida con la historia, cuya misión es mantenerlos y dar a conocer su importancia, como un enclave histórico que da al municipio de Montefrío un valor significativo y único, puesto que Montefrío sin los enterramientos megalíticos no sería lo que es.
Algunos de estos dólmenes fueron construidos en base a una planta trapezoidal a la que se accede tras pasar un pasillo o corredor. Entre el corredor y la cámara trapezoidal a modo de puerta, se disponen ortostatos perpendiculares al eje central. En algunos se encuentran petroglifos, que como todo símbolo nada dice al neófito que pasa sin advertirlos, pero que es la prueba indiscutible de que los hombres que los construyeron poseían un conocimiento mágico sobre el paso de la vida a la muerte.
Dejamos atrás los dólmenes y cruzamos la dehesa en la que nuestra guía nos muestra la biodiversidad donde, al refugio de tan altas rocas, nacen especies singulares de plantas que ella conoce y de las que nos describe sus propiedades medicinales, nos habla también de la exuberante fauna y de las energías telúricas que allí se concentran.
Antes de llegar a las cuevas nos detenemos en un lugar singularmente mágico donde encontramos una gran roca circular con un petroglifo central de unos 24 cm de diámetro, y todos quedamos sobrecogidos porque nos transporta al verdadero uso que se le daba. Y allí se queda la incógnita aunque la energía que emana de por sí, ya dice mucho.
Más adelante y ya al abrigo de la peña, en una determinada roca, hay energías difíciles de describir con palabras, pero para quienes tuvimos el privilegio de vivirlas, son inolvidables y sin duda, se queda grabado en el alma.
Ya regresando surgen un sin fin de preguntas. ¿Cuánto hay todavía por excavar y descubrir en ese entorno que albergó hombres desde el neolítico, pasando por los romanos, los visigodos, y los árabes?
Montefrío y su Peña de los Gitanos nos recuerda la ingente labor de los arqueólogos por datar y mantener vivo el pasado remoto que hoy se pone en valor para todos los amantes de las historia.
Bibliografía
Guía de M. de Góngora y Martínez (1868).
Tarradell Mateu Miguel Arte ibérico (1968). |