Lola Fernández Chinchilla
Un día de primavera espléndido. El viaje a Baza es también un viaje en el tiempo. Al bajar del coche, en mitad del campo, nada hace adivinar la ciudad que prosperó allí hace unos dos mil quinientos años aproximadamente. Los campos de cultivo que nos rodean, ahora están cubiertos de un manto de florecillas moradas. A lo lejos, a unos tres kilómetros de distancia, se divisa la actual Baza. Y más lejos aún Sierra Nevada y otras sierras menores llaman nuestra atención con sus cumbres blancas por las últimas nevadas de la temporada.
A pocos metros, el Centro de Interpretación de los yacimientos arqueológicos, nos espera cargado de información de todo tipo: Fotos, maquetas, recreaciones de la policromía que en su día tuvo la Dama de Baza, incluso un interesante vídeo que incluye la historia geológica de la Hoya de Baza, antiguo mar y luego lago, en el que se formaron las tierras de cultivo que ahora rodean el Centro de Interpretación. Y así, poco a poco, con ayuda de la imaginación, nos vamos sumiendo en otro tiempo y lugar, en otra vida muy diferente a la actual, pero parecida en lo esencial. Podemos empezar a intuir ya a unos seres humanos como nosotros con los que compartimos las preocupaciones diarias de la existencia y las preguntas vitales que todo ser humano se plantea ante la muerte.
Si hubiéramos podido trasladarnos al siglo V antes de Cristo, hubiéramos visto un paisaje diferente de cómo lo vemos hoy día. Baza no existía aún. A poca distancia del centro de Visitantes, en cerro Cepero, hubo una ciudad llamada Basti, la ciudad de los vivos, como la hemos llamado durante la visita, de la que sólo quedan restos que no se divisan hasta estar justo sobre el yacimiento y en los que cuesta reconocer incluso la muralla que en su día la rodeó.
Y aunque la construyeron los íberos, siguió siendo ocupada durante la dominación romana. Y más tarde aún por visigodos y bizantinos, hasta la Edad Media, en la que sus habitantes la abandonan por la actual ciudad de Baza. Hoy cuesta imaginarlo, pero entonces fue una de las principales ciudades fortificadas ibéricas de todo el país, hasta el punto de darle su nombre a una extensa región, la Bastetania, que abarcaba la actual Andalucía Oriental. Fue fundada en torno a los siglos VIII-VII a.C., alcanzando su máximo esplendor entre los siglos V a.C y I d.C.
A unos quinientos metros al oeste, en el hoy llamado Cerro del Santuario, estaba su necrópolis, la ciudad de los muertos. También hubo una segunda necrópolis en Cerro Largo.
El conjunto formado por Basti y las necrópolis de Cerro Santuario y Cerro Largo-Cerro Redondo se localiza al noreste de la provincia de Granada, en una comarca que se conoce como la Hoya de Baza situada estratégicamente en una encrucijada de caminos que comunican el Alto Guadalquivir con el Levante y el extremo suroriental de la Meseta, lo que justificaría la elección de su ubicación.
Basti ocupaba una superficie de unas 6,5 ha, con distintas fases de ocupación. Cerro Cepero es una elevación o colina bastante plana, a modo de meseta, cuyas defensas naturales fueron reforzadas con una muralla y, en consecuencia, es el hábitat del cual depende la necrópolis de Cerro del Santuario.
El Cerro del Santuario fue excavado entre los años 1968 y 1971, y en él se halló en el año 1971 una de las estatuas funerarias más conocidas de toda España, la Dama de Baza.
Cronológicamente esta necrópolis presenta una fase de esplendor en el siglo IV a.C., aunque se documenta su uso hasta el siglo II a.C. Con un rito consistente en la cremación de los cadáveres y la deposición de sus cenizas en tumbas, que podían variar desde simples hoyos con una urna de barro, hasta cámaras excavadas en el subsuelo, con un ajuar mucho más rico, como armas, cerámicas griegas de importación, y elementos de adorno de oro y bronce, entre otras ofrendas.
En la actualidad se conocen unos 184 enterramientos en la misma, a los cuales se suman los cimientos de un monumento funerario romano en forma de torre, que supone la continuidad de la sacralización de este espacio mucho después de que los iberos terminaran de usarla. Esta necrópolis es una de las más importantes para conocer el mundo de la muerte entre los antiguos bastetanos.
Se han distinguido diferentes tipos de tumbas: de fosa simple, tumbas con algún tipo de pequeña estructura, tumbas con pequeña cámara y tumbas de cámara.
La necrópolis del Cerro del Santuario ha permitido reconstruir la estructura social ibera de inicios del siglo IV a.C. El tamaño de la tumba, el tipo de construcción, la cantidad y calidad del ajuar y la disposición en el espacio funerario de cada enterramiento en relación con los demás, nos ha permitido deducir la existencia de una estructura espacial en tres grupos de enterramientos según la clase social.
El primero lo constituye la tumba 176, la tumba del príncipe y su familia. La tumba marcaba además un punto espacial de referencia del paisaje funerario organizado en círculos. Ella, como único elemento de un primer círculo, mantenía un área de 5 m de radio sin presencia de otras tumbas. Era el centro del sistema espacial y de hecho las características de su ajuar no se repetían en ninguna otra tumba excavada, ya que a los recipientes de cerámica ibera sumaba un grupo de catorce recipientes áticos de figuras rojas, abundantes armas, aunque menos que en la tumba de la Dama de Baza, un equipamiento de libación caracterizado por un brasero de bronce y, por último, un carro.
El segundo lo componen un grupo de tumbas que rodean la tumba 176. Destaca la tumba 155, un enterramiento de pozo de gran tamaño que contenía la Dama de Baza y parecía constituir el punto de arranque cronológico de la necrópolis en un momento inmediatamente anterior a la llegada masiva de las cerámicas griegas. Se suma a ella la tumba de cámara 183, con materiales excepcionales que la sitúan junto a la anterior como el grupo de los fundadores del linaje, de clase alta.
El tercer grupo de enterramiento y segundo círculo lo definen las tumbas 43 y 130, que se localizan a una distancia de 10 m de radio de la tumba 176. El tamaño de la estructura de pozo era algo menor a la del círculo 1, el número de recipientes griegos bajaba hasta seis y siete respectivamente y, además de la panoplia completa de armas, tenían braseros para la libación como en la tumba 176. Por el contrario, ya no se incluía el carro en el ajuar. Las tumbas eran también familiares.
Entre el radio de 5 m de distancia desde la tumba 176 y hasta las tumbas principales del segundo círculo, se localizaba la parte más numerosa de las tumbas de la necrópolis. Éstas ya no participaban en la definición de la estructura del paisaje funerario. Son enterramientos simples, a veces solo hoyos practicados en la tierra, pero que contenían estadísticamente un número de cerámicas griegas mayor que el resto de las tumbas de la necrópolis. En todo caso la presencia de estos productos se limitaba como norma a una pieza, un kylix (recipiente griego para bebida) o una pátera por tumba.
La estructura de los círculos, con la tumba 176 a la cabeza, manifiesta la jerarquía en las armas, la desigualdad en la riqueza, el principio de distanciamiento-proximidad entre grupos de enterramientos según su estatus social.
Las tumbas que caracterizan y ordenan los dos círculos correspondían a la jerarquía interna del grupo aristocrático y tienen como característica, tal y como se ha señalado, que son tumbas con más de una incineración, es decir, son enterramientos del núcleo familiar. Por el contrario, el resto de las tumbas que las rodean son individuales y excepcionalmente dobles (madre e hijo).
La tumba 155, es la más importante y conocida de todas y una de las más citadas de toda la cultura ibérica por la estatua-urna funeraria de la Dama de Baza que se encontró en ella, escultura de enorme belleza, (s. III-IV a.C.), es el mejor ejemplo de toda la estatuaria funeraria ibérica e incluso de todo el arte íbero. Imagen sentada de la matrona, perfectamente vestida con los símbolos y adornos del rito antiguo. Tiene una abertura en un costado donde se encontraron los restos de una mujer joven incinerada. Se encuentra en el Museo Nacional Arqueológico en Madrid, pero existe una copia exacta en el Museo arqueológico de Baza).
Es una cámara excavada en el subsuelo de forma aproximadamente cuadrada y de una profundidad de 1,80 m. En sus cuatro esquinas aparecieron cuatro ánforas que se cree que contenían líquidos para libaciones rituales ya que bajo ellas aparecieron cuatro pequeños pozos que se han interpretado como espacios para las libaciones.
Había un rico ajuar compuesto por: Diversas piezas cerámicas, ricamente pintadas con los mismos colores que adornaban a la Dama de Baza, azul, naranja, rojo, amarillo y blanco. Y varias armas como espadas, puntas de lanza, un escudo y bocados de caballo.
Al parecer, por los restos encontrados, la tumba se construyó sobre los restos de otra tumba más antigua. También apareció en el lado este de la tumba una fosa con restos de combustión que podría ser el lugar donde se incineró el cadáver.
En Cerro Largo se encontraron los restos de El Guerrero, representa el torso de un guerrero ataviado con una coraza y manto militar, la urna se abre en su espalda. Igualmente podemos ver una copia en el museo arqueológico de Baza.
Las excavaciones, tanto en el poblado como en las necrópolis nos han permitido además conocer aspectos de la vida cotidiana de aquellos pobladores íberos. A través de la iconografía cerámica podemos ver que hombres y mujeres aparecen en espacios públicos y tareas en un plano de igualdad.
El espacio de vida es el poblado y dentro de él la casa. Con sus diferentes espacios, el hogar, un horno doméstico, el área de molienda, y la de tejido y una zona de almacenaje. Seguramente el día comenzaría con la distribución de las diferentes tareas: Molienda de cereal para cocinar gachas o almortas, cuidado de los niños, pastoreo de los rebaños, labores agrícolas, artesanía para el autoabastecimiento de vestidos y modestos objetos de adorno.
Los ajuares funerarios femeninos nos dan cierta información sobre la preocupación por la belleza de algunas mujeres, seguramente las más pudientes, que guardaron ungüentarios, botellitas de perfumes o aceites, objetos de adorno como collares de cuentas de pasta vítrea, joyas metálicas como colgantes, anillos o pendientes.
Tras dejar el centro de Interpretación y los restos arqueológicos de Basti y el Cerro del Santuario, nos dirigimos a Baza. Allí aprovechamos para conocer también los baños árabes y el Museo arqueológico de Baza con la espectacular Dama de Baza como su joya más conocida. El museo está bien organizado, y nos da la oportunidad de hacer unas fotos espectaculares de la Dama de Baza y del Guerrero y es el final idóneo para esta interesante visita.